Recuerdo nítidamente la primera vez que escuché este cuento, lo contaba Eva, la bibliotecaria de Azuqueca de Henares (Guadalajara) a un grupo de niños y niñas que habían ido a la biblioteca para participar en la actividad del Restaurante de la Lectura. El cuento, como muchos otros de Ana María Machado, tiene un sabor tradicional que facilita su paso del papel a la palabra dicha. Pero es que además este libro tiene un final muy sugerente, muy interesante, un final que es una invitación a la reflexión y a seguir jugando. Sucede además que si libros como éste en cualquier momento son una fiesta, en tiempos como los actuales, de crisis y desmantelamiento del Estado de Bienestar, se convierten en lecturas necesarias, imprescindibles. 

Merece también mención aparte el fantástico trabajo de Gusti con las ilustraciones. Estupendo.

Una lectura imprescindible.

Esta autora se encuentra entre mis favoritas.

Cuento -- todas las edades

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