Sobre estos apuntes / Fichas de oralidad / Una historia de la narración oral / La figura del narrador oral
Unas cuantas conclusiones sobre todo este proceso:
I Sobre los cuentos tradicionales y los folcloristas.
IV Breves reflexiones últimas.
I Sobre los cuentos tradicionales
Viendo la evolución de todo el epígrafe de Los folcloristas me atrevo a afirmar que las buenas recopilaciones de cuentos tradicionales viven alejadas del gran público. Apenas hay honrosas excepciones como la imprescindible Cuentos al amor de la lumbre, de Antonio Rodríguez Almodóvar, publicada por Anaya (edición de bolsillo en Alianza), o la colección de Cuentos Populares de la editorial Siruela que dirige Ana Griot. Nótese que en ambos casos son personas vinculadas al cuento contado (estudiosos y narradores), y nótese también que en ambos casos estas colecciones contienen versiones (arquetípicas o reescritas) de cuentos tradicionales, por lo tanto, versiones diferentes a las aportadas por los informantes, es decir, versiones que no interesan a los estudiosos. Versiones en suma que pierden parte de su esencia (porque el modo de contar también cuenta) para acercar los textos a los lectores.
Las grandes colecciones de cuentos tradicionales y los trabajos de última hora de recopilación de textos folclóricos están en manos de estudiosos y de profesores universitarios. Los cuentos contados pasan de los últimos informantes a los archivos universitarios.
Esta situación hace que mucha gente interesada en los cuentos populares no conozca estas colecciones excepcionales de cuentos tradicionales y se acerque a otro tipo de textos más comerciales y deturpados. Y lo que es peor, muchos narradores profesionales desconocen estos materiales maravillosos o, si los conocen, suele ser en versiones mediocres que no despiertan su interés por contarlos.
Por otro lado, aunque todavía aparecen de vez en cuando colecciones insólitas de cuentos tradicionales (Los cuentos de Ahigal, abril de 2011), cada vez resulta más difícil encontrar informantes capaces de contar buenos cuentos, versiones completas, textos maravillosos. La oralidad pervive, pero cambian sus formas. Y desde luego, la del cuento tradicional, languidece.
Sorprende ver a narradores profesionales de toda Europa contar cuentos tradicionales. Ellos se sienten parte de una cadena de transmisión, se sienten portadores de una palabra tradicional que es la esencia misma de la cultura y el país. Este sentimiento no parece tener lugar entre los narradores españoles salvo en algunos casos: *Antonio Rodríguez Almodóvar*, Victoria Gullón, Carles García, *Ignacio Sanz*, Carlos Alba, M. M. Hammú... Tal es la distancia entre los textos tradicionales y los narradores actuales. También es verdad que hay cuentistas profesionales que han ido trazando su propio repertorio (partiendo de textos propios o de autor) hasta llegar a los cuentos tradicionales, en un proceso que ha durado años, es el caso de Alberto Sebastián, Pep Bruno, etc.
Quizás la misma evolución de la oralidad tradicional, o los avatares de su recogida y estudio, han sido culpables de que esto suceda hoy en día. Quizás la vinculación tradicional de nuestro oficio a la escuela, la biblioteca y los libros (donde los cuentos tradicionales no acaban por sentirse cómodos) es la que nos haya separado de los viejos cuentos de vieja. Quizás la misma definición que nos dan de narradores urbanos frente a los narradores rurales o tradicionales, nos dé alguna pista de esta desafección por el cuento que habitó en estas tierras durante siglos.
Bien es verdad que muchos narradores orales profesionales tienen en su repertorio algunos cuentos tradicionales (aunque en muchos casos sean tradicionales de otras culturas lejanas), pero el porcentaje de esos textos en el global del repertorio suele ser muy bajo, cuando no, en algunos casos, prácticamente nulo.
Tal vez va siendo ya hora de reforzar la relación entre texto tradicional y narrador oral actual: será una relación beneficiosa para ambos. El cuento tradicional siempre está cómodo en gargantas y orejas, y el narrador oral siempre está cómodo con un buen texto que contar. El repertorio tradicional está esperando la voz que vuelva a darle aliento [más sobre este asunto].
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Aunque hemos analizado La hora del cuento desde ámbitos separados (la biblioteca, la escuela, etc.) cada vez más se aúnan esfuerzos y se plantean propuestas de trabajo desde estas instituciones conjuntamente, lo cual siempre es una buena noticia.
Dicho esto, si se echa un vistazo a los datos acumulados en el epígrafe La hora del cuento, fácilmente se perciben dos líneas recurrentes:
En cuanto al cuento como estrategia de animación lectora parece una paradoja: el cuento contado como recurso para acercar al texto escrito. Pero ¿y si el cuento contado no animara a leer?, como afirmaba Pablo Albo en la microponencia que impartió en el II Encuentro de Cuentistas, en Mondoñedo (oct 2004) y que más tarde publicó en la Revista N, pretendiendo ensalzar el valor en sí del cuento contado.
Es verdad que los cuentos están en las escuelas. Pero también es verdad que siguen siendo parte de la maquinaria que acerca a la lectura: es fácil encontrar que se celebra en una escuela el día del libro, o encuentros con tal o cual autor... pero no conocemos ninguna escuela en la que se celebre la semana de la oralidad. Así pues el cuento contado (en sí) es todavía un valor por descubrir en la escuela.
Son pocas las experiencias que conocemos de celebraciones escolares de oralidad (sin el objetivo de servir de paso hacia la lectura): niños que recopilan textos tradicionales (la conocida experiencia del libro viajero; o la interesante propuesta de La ciudad oral, coordinada por José Manuel Pedrosa y llevada a cabo en varios institutos de secundaria), o niños que cuentan cuentos a otros niños (que preparan textos y luego van por otras aulas a contar), o padres/abuelos que entran en el aula para contar, o la experiencia de los cuentos con chocolate... pero pocas, muy pocas son las actividades que buscan la mera fiesta de la palabra dicha.
Quizás algo esté ya cambiando en este sentido, pues es verdad que comienza a haber jornadas para profesores sobre oralidad en la escuela (por ejemplo éstas del CPR La Almunia, en mayo de 2011).
En cuanto a la asociación del cuento contado con el público infantil pensamos que sigue existiendo esa idea, sobre todo entre gente que no ha asistido a espectáculos de narración. Es un tópico recurrente y, sorprendentemente, con una carga despectiva, pues parece que el trabajo para niños es un trabajo menor (de menor calidad, de menor valor, de menor interés...) cuando debería ser muy al contrario. Quizás esto explica que aun hoy en día sea difícil acercar al público adulto (y no digamos ya juvenil, que trata de separarse cuanto más mejor del ámbito infantil).
En este sentido, la asignación de los cuentos para el público infantil (en escuelas y bibliotecas) acarrea también otros problemas: por ejemplo, la dificultad que hay para conseguir nuevos espacios para los espectáculos de narración oral (como pequeños teatros), lugares idóneos para la palabra dicha (para público adulto) en los que no se tiene en cuenta la posibilidad (remota) de programar a narradores profesionales. O por ejemplo, la cuestión de la gratuidad: un espectáculo que no cuesta nada a los asistentes es un espectáculo que tampoco vale nada... [más sobre este asunto].
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Las bibliotecas parece que han consolidado (en la medida de las posibilidades presupuestarias) la actividad de La hora del cuento (v.g. las tres bibliotecas municipales de Las Rozas, Madrid). Algunas incluso programan pequeños festivales (v.g. la BPM de Liétor, en Albacete) o maratones de cuentos (v.g. la BPM de Mota del Cuervo, en Cuenca) en los que hay gran implicación de usuarios y nutrida asistencia; otras grandes festivales y Maratones, como la de Guadalajara, de prestigio internacional. Quizás al no tener que impartir unos contenidos, al no tener que adaptarse a un programa escolar, la biblioteca ha alcanzado una relación con el cuento más libre, sin compromiso didáctico, como fiesta de la palabra dicha (aunque siempre rodeada de libros). En este sentido asombran los datos de libros prestados tras las sesiones de cuentos en las bibliotecas de Las Rozas, libros que, obviamente, no tienen por qué coincidir con los cuentos contados, y que en algunas ocasiones (en algunos viernes) sobrepasan los 500 préstamos.
Señalar también que pensamos que es la consolidación de esta programación continuada y estable, de esta red de pequeños eventos de narración oral, la que ha sido el fundamento sobre el que se ha edificado la profesión. Los grandes eventos de narración oral (festivales, maratones, etc.) dan prestigio y difunden la nueva del cuento contado, pero los pequeños eventos continuados, perseverantes, permiten que los cuentos rueden, que los repertorios crezcan, que la voz se ajuste y, sobre todo, que haya trabajo todas las semanas: es decir, que este oficio pueda existir.
Por eso debe alertarnos y no poco el desmantelamiento de recursos que está sufriendo la red de bibliotecas y escuelas: sin ellas, sin su lluvia fina y vehemente, el oficio volverá a languidecer. [Más sobre este asunto aquí]
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Como conclusión a este epígrafe de La hora del cuento, afirmar que la vinculación del cuento con la biblioteca y la escuela es (y ha sido) tan fuerte y tan determinante para el despertar del hambre por las historias contadas que se ha convertido en un ámbito imprescindible de trabajo.
Esta relación entre cuento contado y escuela/biblioteca da también una idea de la trayectoria de muchos profesionales que reconocen su trabajo como un modo de acercar los libros a los lectores, es decir, muchos narradores asumen naturalmente que su oficio forma parte de la maquinaria de animación a la lectura. Esto quizás explicaría la poca ligazón de muchos narradores orales profesionales con textos tradicionales y su poco (o nulo) sentimiento de formar parte de una voz ancestral. Y también explicaría la necesidad de muchos de estos narradores orales profesionales de encontrar en los libros y álbumes (especialmente en las novedades) los cuentos para renovar y ampliar su repertorio.
La situación actual.
Actualmente son muchos los narradores orales que se dedican profesionalmente a contar. No existe un estudio fiable, pero calculamos que serían unas 50-70 personas las que, en toda España, tienen como oficio contar cuentos (en el Catálogo de narración oral del SLIJGu hay, actualmente, 107, bastantes de ellas son personas que compatibilizan contar cuentos con otros oficios, algunas están jubiladas y hay también quienes apenas cuentan esporádicamente). Este dato (50-70) implica que nos encontraríamos por debajo de la media europea (de aproximadamente unos 2 narradores profesionales por millón de habitantes).
De cualquier manera en estos 30 años (1982-2011) el oficio de contar cuentos se ha convertido en una realidad. Se han consolidado las escuelas y las bibliotecas como lugares donde el cuento contado habita y se siente cómodo, también otros espacios como cafés, museos, pequeños teatros, etc., acogen sesiones de cuentos regularmente. Los festivales y maratones dan relevancia al cuento contado, difunden sus nuevas y permiten la existencia de la fiesta alrededor de la palabra dicha. Las programaciones estables, muchas de ellas muy consolidadas, permiten el trabajo del día a día de los narradores y empapan como la lluvia que cala en la tierra sedienta de palabras.
Además son muy diversos los estilos y las voces narrativas que actualmente conviven en el panorama de la narración oral en España: desde los narradores que cuentan con el único recurso de la palabra y un leve apoyo gestual hasta los narradores teatrales que interpretan el papel de un narrador ingenuo; desde los narradores que cuentan con apoyo de ilustraciones, o de objetos, o de mimo, o de malabares, o de marionetas, o de paneles (tipo aleluyas)... hasta los narradores que no precisan más que de una buena historia; desde los narradores urbanos que tratan de renovar historias y buscar repertorios actuales a los cuentistas que vindican la tradición y los modos y textos antiguos y populares; narradores para público infantil, bebés, adolescentes, adultos; narradores que cuentan en grupo, narradores que cuentan solos... Todo esto nos puede dar una idea de la riqueza y y diversidad de caminos recorridos por los profesionales que, hoy en día, siguen indagando y buscando cada uno su propia voz narrativa.
El panorama, a pesar de los desmayos últimos provocados por la acuciante crisis, parece haberse asentado y permite que el oficio perviva, al menos hasta ahora. Aunque los recortes en la educación y cultura públicas (de grueso calado a finales de 2011) empiezan a afectar seriamente a los pilares sobre los que se sustenta esta profesión y se dejan notar seriamente.
Dejando esta situación de lado hay todavía cuestiones pendientes, algunas muy interesantes y relevantes, para el oficio de cuentista. Vayamos con ellas.
Las cuestiones pendientes.
Itinerarios de formación: Ya en el Primer Encuentro de Narradores que se celebró en Cádiz hubo una mesa de debate centrada en la formación de los narradores. Esta cuestión sigue, hoy en día, sin resolverse. La reflexión sobre el proceso de formación de los nuevos narradores es una tarea urgente. Los profesionales de este tiempo han tenido que ir elaborando, cada uno por su pie, su propio itinerario de formación. Un trabajo que en muchas ocasiones ha resultado arduo y lleno de dificultades.
Sin duda el asunto de los itinerarios de formación es complejo y muy serio. Hay muchos países en Europa donde la formación está reglada (con programas de mentorado que duran tres años, o con escuelas de narración que imparten cursos diversos, etc.) y otros en los que se empieza a pensar en ello.
Debemos ser capaces de reflexionar de manera conjunta sobre este tema y valorar cuáles pueden ser las vías posibles de formación que sirvan para que el oficio se consolide (con la aparición de nuevos narradores) y que los nuevos narradores tengan una buena formación inicial (una buena base de partida).
En este sentido la situación actual de la formación de los narradores es culpable de algunos de los males que nos acucian. Muchos narradores imparten talleres (en su derecho están, claro) de narración oral y en apenas con un curso de 12 horas han lanzado al mercado una nueva hornada de "cuentacuentos"... ya hablamos de los problemas que esto acarreaba en este epígrafe. De cualquier forma, tras la proliferación de talleres y narradores en el último tercio de la década de los 90 del pasado siglo, hubo un proceso de selección natural y, poco a poco se fue estabilizando el número de profesionales. Tenemos la percepción de que la aparición de nuevos narradores en los circuitos de narración a partir de 2005 es más lenta, pero también más segura. En este sentido merece citar la experiencia que hubo en el XX Maratón de Cuentos de Guadalajara en el que se dejó una franja para narradores inauditos, nuevos narradores no escuchados habitualmente, un espacio pensado para ir conociendo las nuevas voces narrativas.
Quizás merecería la pena atender a las soluciones que en algunos países de Europa se están dando a esta cuestión para que los nuevos narradores tengan, por un lado, itinerarios de formación consolidados y, por otro, espacios en los que ir dando forma a su propia voz y, cómo no, espacios para ir mostrando su labor y vendiendo su trabajo.
Los itinerarios de formación siguen sin estar claros, la mayoría de los narradores provienen de ámbitos diversos y van trazando su propio camino recibiendo talleres de narradores profesionales y reflexionando sobre su propio trabajo y el de otros compañeros. No hay un camino definido que, al menos, pueda orientar a quienes estén interesados en intentar formarse como narradores. Sí es posible encontrarse con multitud de talleres con calidades muy dispares, pero no hay escuelas de narración oral (como sí hay en algunos países de Europa) u orientaciones de itinerarios posibles, y apenas sabemos de un par de experiencias de tutelaje (mentor-aprendiz), la realizada a lo largo de un año por el Colectivo Fábula con la canadiense Atnaer Lussier y la que comenzó Pep Bruno en 2010 con Begoña Perera.
En el tema de la formación es relevante señalar el trabajo muy positivo que algunas asociaciones hacen para promover y facilitar la formación continua de sus miembros y para procurar espacios de reflexión sobre el cuento contado y el acto narrativo. También hay algunas experiencias de formación y reflexión más o menos continuadas como el Laboratorio de cuentos de José Campanari, o el Hospital de cuentos de Virginia Imaz, o el Seminario de Narración Oral que dirige Félix Albo, vinculado al Festival D'Palabra (FLLIC), en Cuenca, desde 2008, el único estable y de periodicidad anual al menos hasta 2012. A pesar de estas propuestas puntuales pensamos que no es suficiente, hay que seguir promoviendo más reflexión (sobre la propia labor, sobre la de otros compañeros, sobre el oficio...), hay que seguir generando documentación, escribiendo, publicando, dando a conocer todo lo que nuestra labor suscita y puede llegar a significar. Y también hay que promover la crítica y la reflexión de expertos externos a nuestro oficio, profesionales de la crítica artística y estética, otra cuenta pendiente.
[Añadido en oct. 2013>] Dos pasos muy relevantes se han dado en esta dirección desde la primera redacción de este texto: la publicación en AEDA de un documento que reflexiona sobre las líneas básicas para trabajar en la formación de los narradores DE LA FORMACIÓN DE LOS NARRADORES (publicado en septiembre de 2013); y la elaboración de un número monográfico (también en AEDA) sobre la formación de los narradores (publicado en noviembre de 2013)..
Las cuestiones éticas y las condiciones mínimas: También en el primer encuentro de Cádiz, allá por 2004, se habló de la necesidad de crear un documento sobre cuestiones éticas del oficio. Todavía hoy este tema sigue pendiente. Nos contaba Numancia Rojas como en 1986, en Caracas, alrededor del Festival de Narración Oral, los cuentistas se habían comprometido a cumplir el 5º mandamiento: "no contarás el cuento del prójimo, ahí teníamos que dejarnos las pestañas -nos vuelve a decir Numancia- para buscar nuevos buenos cuentos..." pero también así consiguieron que el Festival fuera un verdadero éxito año tras año. Un documento con reflexiones y cuestiones éticas sobre el oficio mejoraría nuestro trabajo de manera interna, de cara a la cocina de los cuentos: entre cuentistas y en nuestra relación con el cuento y con el ámbito de trabajo.
Por otro lado, entre Cádiz y Mondoñedo (primer y segundo encuentro) se elaboró un documento con las condiciones aconsejables para contar, el texto existe, pero ese manifiesto no es conocido ni fácilmente encontrable: por lo tanto, no es útil. Debemos insistir en la difusión y en el fácil acceso y en que se conozcan estos materiales (actualizados) que mejorarán nuestra labor y permitirán que los cuentos transiten de forma cómoda de la boca a los corazones. Este documento, su conocimiento y aplicación, mejoraría nuestro trabajo de manera externa: en el momento mismo del acto narrativo (con programadores, espacios, público, etc.).
[Añadido en oct. 2013 >] AEDA revisó y actualizó este texto presentado en Mondoñedo y el 20 de marzo de 2013 publicó en su web y dio (y sigue dando) gran difusión al DECÁLOGO. CONDICIONES DE CUENTO, documento que trata de paliar esta carencia y de mejorar, de manera externa, el hecho narrativo.
La presencia en los medios: Una deuda pendiente, muy pendiente, es la presencia de nuestro trabajo en los medios. Apenas algunas reseñas puntuales y casi siempre confusas en las que, por ejemplo, se habla de monólogos, o de "la magia de los cuentos" y otros adjetivos tópicos y hueros para referirse más a lo ya idealizado que al trabajo realizado por el narrador que hizo la sesión. Salvo la brillante excepción de El adelantado de Segovia, y la propuesta del Colectivo Légolas con críticas del público asistente a las sesiones de La Corrala, el terreno de la crítica es un enorme baldío. Debemos perseverar para que haya más referencia a nuestro trabajo en las agendas culturales, para que se cite a los profesionales que van a contar, para que haya más crítica, especialmente en los lugares donde se celebran ya festivales y eventos de gran solera, muy consolidados. Esta es una muy urgente tarea para difundir y dar a conocer nuestro trabajo.
Capítulo a parte es la presencia en internet, donde encontramos cada vez más webs y blogs de narradores orales y asociaciones que tratan de dar cumplida noticia de nuestro trabajo. En este ámbito hay que destacar un blog imprescindible: el blog de Los cuentos de la luna, gestionado por *Carles García*, Luis A. Alonso y Diego Calavia y vinculado al Café de la Luna, uno de los espacios decanos de la narración oral en España.
Un recurso también imprescindible en la red es el blog de blogs de Darabuc: De narración oral, donde están enlazados prácticamente todos los blogs de narradores españoles y se puede seguir fácilmente la actividad de muchos de ellos en la red.
[Añadido en oct. 2013>] De nuevo en AEDA se han dado pasos interesantes en este sentido abriendo un archivo que reflexiona sobre la crítica de la narración oral y que contiene, además, reseñas publicadas por críticos a diversos profesionales.
Teatros: Si bien es verdad que los Festivales de Narración Oral suelen celebrarse en teatros, no existe una programación estable de cuentos en teatros. El programador de teatro se resiste al cuento. Hay algunas excepciones en programaciones estables (como los Viernes de los cuentos), y en narradores que vienen del ámbito teatral y que participan contando cuentos (como espectáculo unipersonal) en esos circuitos teatrales (José Manuel Garzón, Arnau Vilardebó, Soledad Felloza, etc.). Pero en general, el teatro es todavía hoy un territorio a conquistar por el cuento contado.
Multilingüismo: En las Comunidades con dos lenguas oficiales ya se estaba utilizando -desde hace muchos años- el cuento contado como recurso para el aprendizaje de lenguas. También hace años que Tim Bowley, Brigitte Arnaud, Marina Sanfilippo, etc. cuentan en su lengua materna en nuestro país en circuitos de Escuelas Oficiales de Idiomas, pero en los últimos años, con la multiplicación de centros bilingües por todo el territorio, se observa la aparición de nuevos narradores que viven y trabajan en España y que cuentan (sobre todo) en inglés (Jenny Ramsay, Sophie Heydel, etc.). De momento esta nota es para constatar este hecho y para desear que el afán por utilizar el cuento de modo didáctico no desplace al cuento contado por el puro placer de contar, de escuchar, de revitalizar la tradición, etc., y sobre todo no lo convierta en "una asignatura más", y sí para desear que las propuestas multilingües de narración oral (experiencias de contar en diversas lenguas simultáneamente) se sumen a la búsqueda de nuevas formas de expresión artística y de narración. En Europa hace ya algunos años que se está trabajando en este sentido y empiezan a aparecer propuestas muy interesantes (por ejemplo, en Ginebra se estrenó recientemente un espectáculo de narración sobre Alicia en el País de las Maravillas contado en cinco lenguas en el que participa la española Casilda Regueiro).
El oficio como negocio: preparando este estudio nos ha sorprendido la cantidad de narradores (y festivales) que no disponen de una web profesional o que tienen una web con una estética infantiloide y poco seria. Esto también va en detrimento del oficio (y del propio narrador). Es importante darnos cuenta que este oficio nuestro es un trabajo y, como tal, debe tratar de sacar el mayor provecho posible a las leyes de la mercadotecnia y de la venta de un producto: el cuento contado.
Aunque por mucha mercadotecnia que apliquemos lo que de verdad vende las bondades de nuestro trabajo es la calidad que alcancemos y que seamos capaces de ofrecer. Así pues, seamos serios, dediquemos el empeño y el esfuerzo que sea preciso para lograr renovar repertorios (leer, leer y leer; escribir, escribir y escribir; contar, contar y contar) y ofrecer buenos cuentos y de buenas formas: eso será garantía de pervivencia nuestra y de todo el oficio. Pero también seamos serios en la valoración de nuestro oficio, en la presentación de facturas, en la legalización de nuestra tarea... todo eso también dignifica, y no poco, nuestro trabajo.
Dedicar mucho esfuerzo a mejora de la calidad de nuestro repertorio y de nuestro trabajo no debe hacernos descuidar la mejora de la presentación y difusión de nuestra labor.
El oficio como gremio: son diversas las asociaciones de narradores en España, pero cada vez más es necesario que seamos capaces unificar criterios y tener una voz propia frente a los desmanes, las incomprensiones y las injusticias. Un ejemplo claro de lo que está por venir (en estos tiempos de crisis) y de la necesidad de aunar esfuerzos lo encontramos aquí.
Redes.
En los últimos años están surgiendo varias redes de narración oral. Se puede ver a nivel nacional con la aparición de múltiples asociaciones de narración oral en la última década. Pero interesa especialmente destacar la que se está elaborando desde 2008 entre narradores, festivales y escuelas de narración oral de toda Europa, el FEST, la Federation for European StoryTelling. El proceso de creación de esta red es lento y difícil, pero avanza sólidamente hacia su nacimiento con estatutos, objetivos y estructura, consensuados por todos sus miembros (más de 60 representantes de asociaciones de narradores, festivales y escuelas de toda Europa) y que verá la luz, por fin, en Alden Bielsen (Bélgica) en junio de 2012.
Avanzar con Europa, compartir experiencias, modelos de trabajo, propuestas... será un gran impulso para el oficio. Conviene destacar que la integración de España en este proyecto es total, no solo hemos asistido a tres de los cuatro FEST-meeting, sino que también hemos tenido a tres españoles en los últimos Steering Group (Casilda Regueiro, Pep Bruno y Charo Pita) y, además, en 2011 AEDA, la asociación de profesionales de la narración oral en España organizó el cuarto FEST-meeting en Toledo (7-10 de junio de 2011).
Por otro lado ha aparecido también otra red de cuentacuentos, surgida de una manera totalmente diferente al FEST (sin debate, sin consenso, sin una estructura democrática) que, detrás de una aparente buena voluntad para con la generalidad de los cuenteros parece esconder otras intenciones de mayor beneficio y lucro para unos pocos: hablamos de esta autodenominada Red Internacional de Cuentacuentos (RIC) y la analizamos con más detalle en esta ficha.
Somos afortunados. Tenemos un oficio extraordinario en el que compartimos emociones, historias, sueños. Un oficio que precisa mirar a los ojos para ser, que habita en el silencio y en la palabra, que existe desde que existe el ser humano, porque contar cuentos es alimentar almas. Somos también los depositarios de palabras e historias que llevan vivas de boca en boca durante cientos de años. Y somos el resultado de un montón de sinergias (escuelas, bibliotecas, folcloristas, estudiosos, escritores, editores...) que desembocaron en la revitalización de un oficio que languidecía.
El cuento nos da mucho, mucho. Démosle también nosotros al cuento cuanto podamos: alimentémoslo, cuidémoslo, tratémoslo con delicadeza y respeto, difundámoslo. Disfrutemos del cuento, pero con seriedad. Porque esto que nos recorre la garganta es algo muy serio.
Y hagamos lo posible, todo lo posible, por dignificarlo. Por dar a conocer nuestro oficio y la materia de que se alimenta: el cuento. Porque cuanto más nos demos a conocer, cuanto más se sepa de qué hacemos, cómo es nuestro trabajo, cuál es nuestro oficio, menos confusiones habrá con "monologuistas", "animadores", etc. Y cuanto mayor sea la calidad de nuestra labor más se marcará esa diferencia entre nuestro oficio y otros oficios similares.
Ojalá este estudio que comencé en octubre de 2010 y que termino a mediados de julio de 2011 sea un granito de arena más en esta tarea de dar a conocer y difundir nuestro oficio. Ojalá.
Saludos
Pep Bruno
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