Texto publicado originalmente en la web de AEDA, exactamente aquí.
El presente artículo es, sencillamente, una excusa para compartir con vosotros y vosotras algunas cuestiones relativas a los hábitos saludables que he ido asumiendo a lo largo de estos años y que me han resultado de utilidad en el devenir de los días de este oficio nuestro. Seguramente me he dejado unos cuantos: os invito a que los incorporéis en los comentarios al artículo.
Del tiempo en casa
Actividad física. Son muchas las horas que pasamos leyendo libros, escribiendo o consultando delante del ordenador. A veces estas tareas son especialmente absorbentes, por ejemplo cuando estás preparando un nuevo espectáculo de cuentos, o en esas temporadas en las que no paras de enviar presupuestos o proyectos que te han pedido, o cuando tienes que actualizar la web o el blog y revisar redes sociales. Hay días que, si te descuidas, podrías pasarlos sentado, apenas sin moverte, leyendo o escribiendo. Y lo que es peor, a veces encadenas días de ese tipo, uno tras otro, hasta sumar muchos.
Es por eso que para evitar un sedentarismo que resulta verdaderamente incómodo (cuando te levantas estás molido y sin fuerzas para nada) me obligo a realizar prácticamente todos los días algo de actividad física. En mi caso al menos dos días en semana suelo ir a nadar y el resto, a pasear (un mínimo de una hora).
Aunque en principio mi intención al realizar algo de actividad física era desconectar, lo que he observado con el paso de los años es que nadar, y sobre todo caminar, me ayuda mucho a organizar las ideas y las sesiones de cuentos. Así pues la actividad física más que romper con las tareas que tengo entre manos, me ayuda a revisarlas y darles un repaso generalmente mucho más efectivo y ordenado. Hay sesiones enteras que he ido elaborando mientras paseaba o que he probado por primera vez contándoselas a Mariaje mientras íbamos de paseo. Para estos casos suelo utilizar itinerarios conocidos en los que no tengo que andar pensando por dónde he de ir.
La natación, sin embargo, sí que la utilizo para desconectar del todo: ese ritmo continuo de brazadas, patadas y respiración, el silencio bajo el agua y la sucesión de largos, acaba por acallar tantas ideas y propuestas que van macerando en mi cabeza. Cuando salgo de la piscina estoy como nuevo, es una sensación maravillosa. La natación tiene un inconveniente: el cloro reseca la garganta. De cualquier manera, siempre que realices (o no) actividad física es bueno que estés bien hidratado. Y esto me da pie al siguiente punto.
La voz. Es nuestra herramienta fundamental de trabajo y también el instrumento básico de comunicación y relación con los otros. La usamos continuamente y debemos cuidarla. No abundaré sobre este tema porque ya hay artículos en esta web centrados en el cuidado de la voz, de hecho hay un boletín monográfico que os enlazo aquí. De cualquier manera siempre viene bien algo de cordura: no forzar la voz, no gritar, no susurrar, tratar de evitar coger frío (qué haríamos sin fulares) y cuidarla, cuidarla mucho. Y hacer ejercicios regularmente para mantenerla en forma.
Ah, algo que ayuda y mucho al cuidado de la voz cuando trabajamos es cuidar las condiciones de cuento, pero también hemos hablado de esto ya aquí.
Del tiempo fuera de casa
Los kilómetros. Hay temporadas en las que hacemos muchos kilómetros: quizás porque tenemos que ir a contar a lugares muy alejados, o porque no hemos conseguido organizar la agenda de otra manera... en fin. En la medida de mis posibilidades uso el transporte público siempre que ello no suponga perder mucho tiempo de vida en familia, bastante tiempo paso ya fuera de casa como para perderlo en estaciones esperando transbordos. Es por eso que utilizo mucho el coche: durante años he hecho una media de 50.000 kms. al año por trabajo (ahora en tiempos de crisis esta media ha bajado, sí, pero sigo viajando bastante: ojalá tuviera trabajo siempre cerca de casa).
Viajar conduciendo me gusta pero puede ser muy peligroso. Os hablo por experiencia, un sábado por la noche en junio de 2005, volviendo de contar cuentos, me quedé dormido al volante y tuve un accidente. Afortunadamente no me pasó nada, pero desde entonces trato de ser muy cuidadoso: procuro descansar antes siempre que tengo que viajar, suelo hacer bastantes paradas durante el trayecto (a veces unos minutos de paseo es suficiente) y si me noto cansado no dudo en parar y echar una cabezadita. Si veo que no consigo descansar y sigo teniendo sueño aplazo el viaje. Intento no viajar en las horas en las que sé que suelo dormir (son tremendas para mí el ratillo de la siesta y la noche a partir de la una y media de la mañana).
He viajado mucho de noche (sigo haciéndolo en alguna ocasión) porque me gusta llegar a casa y desayunar y llevar a mis hijos a clase, pero en los trayectos nocturos extremo los cuidados y, sobre todo, paro cada media hora a descansar si me noto cansado. De cualquier manera actualmente procuro evitar estos viajes y no hay trucos bastantes que suplan conducir descansado.
El descanso. A veces organizamos pequeñas giras en las que, por optimizar recursos (aprovechar viajes y sesiones en bibliotecas cercanas, por ejemplo), tenemos unos días de mucho tute. En estas ocasiones trato de priorizar el descanso: si estoy descansado tengo la voz mejor, pienso con más agilidad y, por lo tanto, cuento mejor; ah, y como os dije antes, conduzco mejor. Entiendo que es importante hacer "relaciones sociales" y charlar o tomar algo con quien te ha contratado o, a veces, con el público que suele quedarse después de la sesión. Siempre que surge esto tengo en mente las tareas del próximo día para ver si puedo salir un rato o no: la prioridad es descansar un mínimo de siete horas, al menos en mi caso.
Un tema relativo al descanso (o al menos lo voy a incluir en este epígrafe) es el de las habitaciones de hotel. En principio suelen contratar hoteles dignos y de buena calidad para nuestro alojamiento (de estos veinte años apenas podría contaros alguna anécdota en sentido contrario), pero en muchos de estos hoteles suele haber aire acondicionado o calefacción por aire caliente. Trato de evitar, en la medida de mis posibilidades, utilizar ambos: me suelen dejar la garganta destrozada.
La alimentación. A veces son muchos los días que pasamos de ruta y muchas las ocasiones en las que tenemos que comer fuera. En estos casos procuro comer de manera saludable: más verduras que pescado, más pescado que carne, ensaladas, arroces y, si puedo resistirme, declino el postre (todos los días postre es mucho dulce para mí). Si os fijáis es tremenda la cantidad de patatas que suelen a compañar siempre a todos los platos: trato de pedir que no me pongan patatas o elegir platos que no las lleven (en una semana fuera, es decir 14 comidas, puedes comer fácilmente 14 veces patatas). También procuro priorizar planchas (o brasas) sobre guisos, y es rara la ocasión que elijo fritangas o bocadillos. Tampoco me gusta me gusta comer de pie o a toda prisa. Prefiero comer sentado y dedicando ese tiempo algo más tranquilo a lo que estoy haciendo. En fin, siempre que es posible.
Cuando paso días fuera suelo comprar fruta y, en muchas ocasiones, la cena la hago en la misma habitación de hotel con algo de fruta y algún yogur bebido.
Ah, suelo preguntar por platos de temporada y típicos de la zona. Igualmente es bueno preguntar a la gente del lugar (muchas veces quien te ha contratado sabe lo que andas buscando) por un lugar donde se cocine bien (y bueno y bonito y barato); a veces te llevas agradables sorpresas. Suelo recordar los sitios donde he comido bien y, si vuelvo a contar por la zona, vuelvo a comer al mismo lugar.
La bebida. Nunca bebo si voy a contar después. Ni tampoco bebo si he de conducir luego. Desconfío de la gente que tiene que beber algo para "animarse" antes de ponerse a contar. Yo necesito estar en plenas facultades durante las sesión de cuentos y el alcohol no potencia eso, al contrario, lo mitiga, con el inconveniente de que tú puedes sentirte eufórico, pero es una falsa sensación. He visto en alguna ocasión (un par de veces en estos veinte años) contar a narradores bebidos: para mí esto es una falta de respeto para con el público, el oficio y el propio narrador.
Antes de contar suelo beber bastante agua del tiempo y, durante la sesión, también. Es importante que las cuerdas vocales estén bien hidratadas. Y si tengo que beber (por alguna razón) antes de contar, insisto, me basta con cerveza 0'0 o refresco.
Estas son algunas de las reflexiones sobre hábitos saludables que quería compartir con vosotros, ojalá os hayan resultado de interés y, os insisto: en los comentarios a este artículo podéis añadir las que consideréis pertinentes y que yo no haya tenido en cuenta.
Saludos
PS: En el artículo original publicado en la web de AEDA hay comentarios que inciden en alguna cosa que yo no cito (porque doy por obvia), como por ejemplo el asunto del tabaco (tan malo para la voz y la respiración), o esas manías o detalles antes de contar (por ejemplo la mala pasada que te puede jugar comer frutos secos antes de contar), o un hábito muy interesante que sugiere Ernesto: tener controlada y archivada nuestra biblioteca para saber siempre de dónde salieron las historias que contamos y dónde leímos aquella historia que ahora andamos buscando. También Almudena Francés incide en lo saludable que resulta a veces saber decir no cuando organizar la agenda pude sobrepasar los límites razonables (físicos, de kilómetros, de público, de sesiones...).