Panorama de los festivales de narración oral en España

Artículo publicado en el primer número de la segunda época de la revista Tantágora (en formato digital y abierto) que se publicó el 1 de febrero de 2014. Puedes acceder al artículo en la web de Tantágora directamente aquí, y a toda la revista, aquí.

 

PANORAMA DE LOS FESTIVALES DE NARRACIÓN ORAL EN ESPAÑA

 

Cuando en julio de 2011 terminé el estudio en el que trataba de dar una visión diacrónica y una conclusión sincrónica del panorama de la narración oral en España y de su profesionalización, comencé a elaborar fichas que complementaran la información del estudio y aportaran, de esta manera modular y algo más orgánica, el mayor número posible de contenidos relevantes y actualizados. Entre estas fichas abrí una que intentaba dar un listado lo más fidedigno posible de los diversos festivales que se realizaban a lo largo del año en España, enlazando cada evento con su respectiva web, o al menos intentándolo, porque cuál no fue mi sorpresa cuando comprobé, no sin desaliento, que muchos de los grandes festivales de narración oral en España no cuentan ni con un pequeño blog para dar a conocer y difundir sus actividades. Pero esa es cuestión para otro artículo.

Para la elaboración de este listado conté con la ayuda de los amigos y amigas de AEDA y de la lista de cuentistas, todos ellos me aportaron valiosas pistas y datos que hicieron que esa ficha estuviera, realmente, completada.

Desde aquel momento hasta hoy trato de ir actualizando y ampliando la información de aquel estudio, y una de las fichas que más dificultades da a la hora de este proceso de remozado es la de festivales. Voy a tratar de explicar el por qué de esta cuestión.

Prácticamente hasta 2010 la crisis no alcanzó a nuestro oficio, de hecho hasta primeros de 2011 no hay apenas constancia de que el colectivo de narradores y narradoras se movilizara para protestar por la situación en la que estaba quedando el oficio (ver aquí). Los recortes y las políticas contra la cultura empezaron a afectarnos de manera muy directa: brutal disminución de la contratación, tremenda bajada de los cachés (hasta precios de hacía veinte años en muchos casos) e insólita subida de los impuestos (que sumaban más del doble que el año anterior y el triple que hacía sólo diez años). La crisis afectó también a quienes nos contrataban, especialmente en lo referente a programaciones estables de entidades públicas (como escuelas o bibliotecas) que eran, son, el grueso de nuestros contratadores, pero no solo, pues los grandes eventos y ciclos de narración oral han visto muy mermados sus recursos.

Desde 2010 hasta hoy han desaparecido algunos festivales de gran relevancia (Festival de la Oralidad “Huesca es un cuento”; Festival “Un Madrid de Cuento”; Festival de Cuentos de Gijón; La Ruta de los Cuentos Blancos en Cádiz; Extremocuento en Hoyos; etc.), han ido naciendo otros (Festival de Cuentos de Ávila; Palabras al Viento de Lanzarote; Festival de Cuentos Eróticos de Zamora; Festival Atlántica de Santiago de Compostela; Kontuz Kontari! en Errentería; Munduko Kontu Kontalariak en Elorrio; FragaTCuenta...), y prácticamente todos los festivales de larga trayectoria que continúan celebrándose han modificado formatos para adaptarse a estos tiempos de crisis.

Todo esto está transformando de manera rápida y relevante el panorama de los grandes eventos de narración oral en España (me ciño a los festivales, dejo a un lado los maratones de cuentos y hablo más adelante de los ciclos de narración), y hay algunos aspectos comunes en todo esto que está sucediendo.

La gran dependencia de lo público (las ayudas y subvenciones que han sostenido gran parte de los costes de estos festivales) y el poco apoyo privado, sumado con que en muchos casos eran eventos gratuitos para el público, ha resultado fatal para el mantenimiento de algunos de estos festivales. 

En este sentido, además de reivindicar, insistir, demandar que siga habiendo un apoyo expreso de lo público a la cultura (ayudas, programas, bajada de impuestos, etc.), haría falta una ley de mezenazgo que incentivara el apoyo privado a estos espectáculos culturales que, por otro lado, debido a la peculiaridad de nuestro oficio (versatilidad y necesidad de muy pocos recursos) resultan bastante baratos dentro del panorama de las artes escénicas. 

Y por último fomentar que el público asuma parte del coste con el pago de entrada

De hecho muchos de los festivales de narración oral que perviven han ido haciendo cambios en este sentido (entradas, apoyo público y privado). Pero también han ido modificando sus formatos: recortando en número de narradores contratados, rebajando el número de sesiones, disminuyendo la duración del festival, afinando en los gastos de todo el evento y, en muchos casos, ajustando los cachés de los profesionales

Una de las propuestas más interesantes para la resistencia en estos tiempos aciagos es la de las extensiones: agrupar esfuerzos y recursos para compartir los gastos que implica traer a cuentistas de otros lugares, sumando sesiones que, aunque tienen unos cachés muy ajustados, al ser varias, resulta rentable. Ya los primeros festivales que se celebraron en España (el FIO de Elche y “Cuenta con Agüimes”) utilizaron este recurso para abaratar costes; utilizaron y utilizan.

En cuanto a los festivales que han nacido en estos tiempos procelosos hay una constante que merece la pena señalar: en la organización de casi todos ellos nos encontramos con narradores que se empeñan en poner en marcha estos proyectos, narradores que pasan a ser organizadores, gestores, programadores... hablamos de cuentistas como Carles García Domingo, Sole Felloza, Héctor Urién, Maísa Marbán, Cristina Temprano, Chati Calvo, etc., todos ellos empeñados en habilitar espacios para que la palabra dicha siga habitando estas tierras.

Sin embargo, y retomando una cuestión citada al principio de este artículo, sucede que con todos estos cambios, adaptaciones, nuevos enfoques... parece que se va diluyendo la idea que antes estaba tan clara sobre lo que era un festival de narración oral. Es decir, cuando en 2011 yo pedía información a otros colegas para completar la ficha de festivales en el estudio de la profesionalización de la narración oral en España, no había dudas sobre lo que un festival era, y es que, por aquel entonces, cuando uno pensaba en un festival (de narración, de música, de teatro...) entendía que se trataba de un evento que contaba con recursos propios y una organización de varias personas, que tenía al menos un escenario central, que cuidaba la calidad de los otros espacios periféricos, que contrataba a profesionales contrastados y que solía tener una duración de entre tres y diez días.

Actualmente la cosa no parece estar tan clara. Aquí van, para ilustrar esta cuestión, unos ejemplos.

En estos últimos años han surgido varios ciclos de narración oral que tratan de condurar los recursos que se pondrían a disposición de un festival estirando su presencia en el tiempo: por ejemplo, en vez de ocho sesiones de cuentos en tres días se realizan, estas mismas ocho sesiones, a lo largo de cuatro semanas y, de esta manera, se da más visibilidad al evento y no se quema toda la pólvora en pocos días. Como ejemplo paradigmático de esto que cuento valga la aparición de CuentaCuarenta (puesta en marcha por Patricia Picazo), este año en su tercera edición, y Domingos de Cuento (que surge a rebufo de CuentaCuarenta).

En este sentido hay festivales al uso que han decidido modificar su formato inicial (diez días continuados de actividades alrededor de la palabra dicha) y hacer algo más parecido a un ciclo o a una programación estable: FragaTCuenta es un buen ejemplo. En 2013 concentró sus actividades en diez días y, para la edición de 2014, con menos presupuesto, ha estirado la programación hasta cinco semanas repartidas a lo largo de cuatro meses. En 2015 FragaTCuenta queda convertido en un ciclo más al uso: dos días de cuentos cada semana durante cuatro semanas seguidas.

El caso más extraordinario de festivales que alargan sus programación lo encontramos en el formato actual del FIO, el Festival Internacional de la Oralidad, cuya sede está en Elche. El FIO ha decidido compaginar dos formatos distintos, uno permanente (que es más bien una programación estable de cuentos a lo largo de los meses) y otro más al uso, como fiesta de la palabra en un corto espacio de tiempo, que se celebra en marzo.

Visto todo esto aquí tenemos una cuestión de interés que ha cambiado con respecto a los festivales tal cual los conocíamos hace unos años: la extensión. Es por eso que a la hora de actualizar la ficha de festivales decidí incluir también los ciclos de narración.

Y, en el sentido contrario, también encontramos festivales que han acortado su duración hasta apenas dos días para recortar, de esta manera, los costes. Valga como ejemplo el Festival Internacional “Conta con Narón”.

Otro aspecto particular es la aparición de festivales que no cuentan con un escenario al que podríamos denominar central (en el que contarían en algún momento del festival cada uno de los artistas invitados) y que distribuyen los espectáculos por diversos espacios, incluso la calle (como ocurre en “Un barrio de cuento”, en Zaragoza) o por diversas ciudades y momentos como el festival itinerante “Anda que anda” (que todavía no he incluido en mi ficha, pues suelen entrar a partir de la segunda edición).

Muy interesante es la propuesta del EVA Festival (En Veu Alta) puesto en marcha por la narradora Jordina Biosca. El evento se presenta como un festival que, de manera similar, puede repetirse en diversos municipios y diferentes fechas del año, con variantes propias en cada edición. Por lo tanto el festival y su organización funcionaría como una marca (que garantiza su puesta en marcha y una calidad contrastada) cuyos costes serían asumidos por las entidades que decidieran celebrarlo.

Por último quería comentar el caso particularísimo del CONTesCOLTES, la única muestra de narración oral que se celebra en España. Este evento está presentado como una feria de muestras en el que los cuentistas invitados (contratados para la ocasión) pueden mostrar sus propuestas de narración a un selecto público de bibliotecarios y programadores. Al estar abierto al público (en el pase de tarde) y al cuidar espacios y programación decidí incluir también este evento en la ficha de festivales.

Dicho todo esto conviene también anotar que muchos festivales que funcionan de un modo más tradicional siguen gozando de una buena salud a pesar de estos duros tiempos para la cultura y los grandes eventos.

Antes de terminar este artículo sería pertinente comentar algunas cuestiones que se observan en algunos grandes eventos de narración oral y que suscitan dudas sobre el beneficio que puedan aportar a estas fiestas de la palabra en particular y al oficio en general. En este sentido hay que destacar el artículo que en julio de 2013 publicamos desde AEDA, la asociación de profesionales de la narración oral en España, en el que se cuestionaban algunas de las prácticas llevadas a cabo en estos tiempos difíciles para la cultura, se titulaba “Nadar a contracorriente” y sirvió para generar un intenso debate en las redes sobre todo esto que estaba sucediendo (podéis leerlo completo aquí). Entre estas cuestiones conviene destacar las siguientes:

Para empezar se puede observar el uso en muchos casos confuso o erróneo del concepto festival aplicado a otro tipo de eventos como, por ejemplo, una muestra de alumnos de una escuela de narración.

Para continuar creo que no debe confundirse la idea de las extensiones con la ausencia de una programación propia: es decir, aglutinar en un mismo folleto programaciones variadas, dispersas, externas a la organización del festival, y presentarlas como si de una programación propia se tratase y que este fuera el grueso (o el casi completo) del programa del supuesto festival.

Hay algunos casos en los que los recortes aplicados al presupuesto del festival se ceban especialmente en los profesionales invitados, la bajada de cachés puede hacer sencillamente inviable el proyecto. Quizás sería bueno reconsiderar esta cuestión: merece la pena contar con menos espectáculos y pagados dignamente que no más espectáculos y un pago indigno.

De la mano del punto anterior está la cuestión de los pagos “a taquilla” sin ningún fijo mínimo establecido. Aunque son pocos los festivales que contemplan esta opción de pago (en general se suele cerrar un presupuesto por el total de los espectáculos previstos). Pero en los casos en los que se da esta situación personalmente opino que es conveniente negociar un fijo, siempre, al que se pueda sumar un variable en función del público asistente: de esta manera el cuentista se asegura que el programador haga bien su trabajo (publicidad, difusión, preparación, etc.) para conseguir recuperar ese fijo previo apalabrado.

Una cuestión sobre la que también habría que pararse a pensar es la proliferación de festivales con el adjetivo “internacional” que sustentan esa internacionalidad en cuentistas que sí, efectivamente, nacieron en otros países (que no en España) pero que llevan viviendo y trabajando muchos años aquí. Es fácil en ese caso que un festival sea internacional pues basta con que programe entre sus narradores invitados a muchos de los grandes y buenos colegas extranjeros que comparten estas tierras de palabra. Tal vez sería bueno reflexionar sobre este asunto.

Dicho todo creo que los grandes eventos de narración oral  en España, en general, están resistiendo los embates de la crisis, algunos cuentan de hecho con muy buena salud y la mayoría han encontrado maneras inteligentes de adaptarse a estos nuevos tiempos permitiendo que la palabra dicha siga encontrando espacios para la celebración. Esta es, al menos, mi impresión. 

Y esta es, actualizada, la ficha de festivales de narración oral que hay en mi web.