Sobre estos apuntesFichas de oralidad / Una historia de la narración oral / La figura del narrador oral 

 

 

A principios de los años 70 del pasado siglo España vive una época convulsa. La dictadura está en sus últimos días y la democracia va tomando posiciones: las ansias de libertad y de renovación impregnan todas las esferas de la vida del país.

La educación también vivirá esta necesidad de renovación.

 

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En 1965, en Cataluña, Marta Mata y un grupo de profesores inician, de manera clandestina, la Escuela de Maestros Rosa Sensat, cuya intención es la renovación pedagógica (aquí sus objetivos) mediante la formación continua del profesorado en ejercicio. El cuento recibe con este movimiento una invitación formal para entrar en la escuela.

En 1968 *Ana Pelegrín* llega a España. Filóloga, investigadora, ensayista y pedagoga, realiza trabajos de campo para el Seminario Menéndez Pidal (donde consolida su inclinación y conocimiento por la tradición, el folclore y la poesía) y, en 1975, junto con Felicidad Orquín, funda en Madrid Acción Educativa (AE), imprescindible revulsivo de la renovación pedagógica en las aulas que tiene entre sus referentes imprescindibles a Gianni Rodari y su Gramática de la Fantasía (entre otros autores y estudiosos como Freinet, Piaget, etc.); puedes ver aquí los objetivos de AE. Muy vinculado a Acción Educativa ya desde sus inicios (colabora desde el momento de su fundación) está *Federico Martín Nebras*. Él conocía de primera mano el movimiento Rosa Sensat y, a principios de la década de los 70, viajó hasta Madrid para embarcarse en el proyecto de la escuela de Trabenco.

El terreno está preparado para que el cuento entre por la puerta grande en la escuela. Y lo hace por varios caminos: desde dentro del aula (los maestros), desde otros profesionales que entran ocasionalmente en el aula (escritores, formadores y, finalmente, narradores)

 

Los maestros.

Son muchos los maestros que empiezan a integrar el cuento como recurso dentro del aula. Conviene resaltar este dato: el cuento contado entra en la escuela como un recurso, fundamentalmente como herramienta para animar a la lectura, aunque también se persiguen otros objetivos (transmisión de valores, fomentar la capacidad de atención y escucha, etc.)

Esta entrada del cuento en la escuela es debido, como dijimos antes, al importante movimiento de renovación pedagógica en el que destacaron maestros de maestros como *Ana Pelegrín*, *Federico Martín Nebras*, Montserrat Sarto, etc. Proliferan los cursos, las jornadas, los encuentros de formación... En los Centros de Profesores se diseñan cada vez más cursos sobre animación a la lectura entre cuyos contenidos aparece, indefectiblemente, el cuento contado.

Entre estos maestros y pedagogos, además de los ya citados, destacan otros profesionales que, en algún momento, llegarán incluso a dejar la escuela para dedicarse a contar y a formar a otros profesores en el ámbito de la narración oral y de la animación a la lectura. Entre ellos podemos citar a Roser Ros, Pello Añorga, Llorenç Jiménez y Virginia Imaz.

Este trabajo de lluvia constante, de cuento contado en el aula, caló, fomentando el hábito de escucha y la revitalización de la costumbre de la palabra dicha (cada vez más menguada en hogares y otros espacios habituales para la transmisión de cuentos), así pues la escuela se ha convertido en el espacio natural del cuento contado. Importante para que esto así sucediera, además de la vehemente labor de los maestros, es la proliferación de libros adecuados (ver epígrafe pertinente), la aparición de las bibliotecas escolares (todavía más un anhelo que una realidad) y el desarrollo de programas escolares de animación a la lectura y narración oral (algunos tan extraordinarios como Leer Juntos, nacido en el pueblecito oscense de Ballobar y que, a día de hoy, se lleva a cabo por todo Aragón y otras Comunidades).

La pervivencia del cuento contado en la escuela generó demanda de más cuentos: he aquí una de las razones fundamentales para la aparición del narrador oral, profesional ajeno al centro y que acude a él para contar cuentos y cobrar por su trabajo.

 

Los escritores.

En la escuela el cuento contado suele ir siempre de la mano del libro y como estrategia de animación a la lectura. Hay autores que entran en la escuela para hablar de un libro propio y que, de manera natural, acaban contando.

Ya en los años 50 del pasado siglo, cuando *Montserrat del Amo* comienza a contar cuentos lo hace de la mano de su labor como escritora, *puedes ver cómo lo cuenta aquí*. Antes que ella, en los años 30, *Elena Fortún* también compatibilizaba su oficio de escritora con su empeño por el cuento contado.

En este sentido es lógico que los cuentos de Cuentos al amor de la lumbre o Los cuentos de la Media Lunita, de *Antonio Rodríguez Almodóvar*, acabaran siendo contados por el mismo autor. Merece la pena detenernos en estas colecciones de cuentos que se convirtieron desde su aparición (hace más de 25 años ya) en un recurso fundamental para el conocimiento y transmisión de los cuentos populares españoles. Estos libros son todavía hoy en día imprescindibles para que los profesores (y padres, y narradores, y educadores...) puedan conocer una excelente selección de cuentos articulados de manera arquetípica y escritos de forma que resulta sencillo recordarlos y contarlos.

*Antonio Rodríguez Almodóvar* no sólo ha hecho una notable labor de difusión de los cuentos populares españoles, sino que también es un importante estudioso del cuento tradicional y maestro de maestros en el arte de contar y de trabajar con los textos populares. Y no hemos de olvidar su labor como escritor que mereció en 2005 el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil.

De igual manera *Ignacio Sanz*, escritor, folclorista y narrador, comenzó contando de forma natural en las escuelas a las que acudía como autor hasta que, en 1983 (por lo tanto, uno de los pioneros), participó en unas jornadas en Zamora junto con Agustín García Calvo y con *Federico Martín Nebras*, los tres como narradores orales. Este fue el inicio de su andadura como narrador y formador de maestros en territorios de oralidad y animación a la lectura.

Hay otros autores que, casi de manera azarosa, acabaron contando.

Un caso significativo es el de Carles Cano, escritor (ganador del Premio Lazarillo en 1994) que empezó contando cuentos en las visitas que hacía como autor en las escuelas y al que, cada vez más, llamaban, además de como autor, para que fuera a los colegios para contar cuentos.

En otras ocasiones es más difícil discernir si primero fue el narrador o fue el escritor, es el caso de Xabier Puente Docampo, maestro, escritor y, siempre, narrador (ya sea mediante palabra dicha o mediante texto escrito), que recibió en 1995 el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil. 

También hay que citar a Teresa Durán que compagina sus múltiples facetas con la narración de cuentos.

 

 

A principios de los 80 del pasado siglo aparecieron los primeros narradores orales profesionales, gente que vivía básicamente de contar. Uno de los elementos fundamentales para la aparición de la figura del profesional fue la creciente demanda que había de cuentos contados en la escuela. De todo esto hablamos en el tercer bloque de este somero estudio.

 

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Ya *Marciano Curiel Merchán* a principios del siglo XX recogía cuentos tradicionales porque encontraba en ellos un recurso excelente para trabajar en el aula. 

Esta relación cuento-escuela se vio reforzada (después de muchos años de sequía en la Dictadura) con los movimientos de renovación pedagógica que prepararon a maestros y maestros de maestros para la re-entrada del cuento en el aula. Sucedió entonces que maestros, estudiosos y escritores se pusieron a contar cuentos en la escuela y el cuento contado pasó a formar parte del día a día de muchos niños. Así pues la escuela se ha convertido en tierra fértil para la palabra dicha y el hábito de los cuentos contados se ha ido asentando en muchas aulas y en muchos niños. Y como las historias traen hambre de más historias, la escuela ha pasado a ser un espacio vital para el oficio de los narradores orales, uno de los más importantes ámbitos de trabajo.

Es preciso señalar antes de terminar este epígrafe que a pesar de la importancia del cuento contado en las aulas, en las escuelas de magisterio donde se forma el profesorado el cuento contado (y cómo contarlo) apenas tiene presencia (*alguna afortunada excepción hay, claro*). Una triste paradoja.

 

 

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Bibliografía:

 

-Marina Sanfilippo, El renacimiento de la narración oral en Italia y España (1985-2005), Fundación Universitaria España. [Disponible en PDF en la web]