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La propuesta que aquí presentamos para estudiar el proceso de profesionalización de la narración oral en España abarca desde mediados del siglo XIX hasta nuestros días y comprende tres etapas que aparecen en distintos momentos, tres etapas sucesivas aunque esto no signifique que el inicio de una sea el final de otra, pues van conviviendo de manera solapada según van apareciendo.

En el número 244 de CLIJ. Cuadernos de Literatura Infantil y Juvenil (nov-dic2011) se publicó un brevísimo resumen de este estudio (muy muy breve, de verdad) que puedes leer aquí y que puede servirte para tener una visión general y somera.

Sobre la figura del narrador oral (tradicional y profesional) y sobre una historia más general de la narración oral vamos publicando, poco a poco, algunos estudios en este mismo menú de la web.

 

Un primer momento: los folcloristas.

Lo más importante de esta etapa que se inicia un poco antes del último tercio del siglo XIX es la toma de conciencia del valor de los cuentos tradicionales, un elemento presente en nuestras vidas al que, debido a esa cotidianeidad, no se le prestaba mucha atención. En una primera etapa se pone en valor al cuento y, a partir de  este momento, y hasta nuestros días, se inician las recopilaciones de cuentos tradicionales con objetivos diversos: saber qué cuentos se cuentan, analizar su localización, su pervivencia, su vitalidad, sus diferencias y similitudes, etc. Aunque bien es verdad que hasta esas fechas había habido algunas colecciones de cuentos tradicionales publicados en España y, sobre todo, una notable presencia del cuento tradicional inserto en obras diversas [más información sobre este asunto, aquí].

Creemos que en la etapa de los folcloristas hay tres momentos diferenciados.

  1. Inicios. A mediados del siglo XIX llega a España, proveniente del resto de Europa, una corriente folclorista que, por un lado, toma conciencia del valor de la riqueza de la tradición y el folclore y, por otro, trata de preservarlo. De aquellos primeros folcloristas destaca sobre todo Antonio Machado Álvarez, padre de los Machado. [Ver este epígrafe desarrollado]
  2. Primeras colecciones. A principios del S. XX, y sobre todo al calor de la campaña emprendida por Ramón Menéndez Pidal con el proyecto del ALPI y con la recogida del romancero tradicional, aparece un segundo grupo de folcloristas que recopilan cuentos tradicionales. Es también en estos años cuando se recogen dos de las colecciones emblemáticas de cuentos tradicionales españoles, las de los Aurelio M. Espinosa, padre e hijo. [Ver este epígrafe desarrollado]
  3. El ATU. Finalmente, a mediados del S.XX, con el perfeccionamiento y, cada vez más habitual, ordenamiento de los cuentos tradicionales según el Catálogo tipológico de los cuentos folclóricos, se inicia el momento cientifista de los recopiladores: se reflexiona y se conoce mejor la materia de estudio (importante aquí la figura de Julio Caro Baroja), se aplica un método científico para la recogida y los cuentos tradicionales se agrupan según su categoría ATU. En España destaca en este momento el Catálogo tipológico del cuento folklórico español, descomunal e inacabada empresa llevada a cabo por Maxime Chevalier y Julio Camarena Laucirica. [Ver este epígrafe desarrollado]

 

Un segundo momento: La hora del cuento.

Son los folcloristas los que descubren y muestran la situación y el valor de los cuentos. Y pronto hay espacios para el cuento y personas de oficios diversos que se acercan a los cuentos con intenciones también diversas.

  1. La biblioteca. Proveniente de países anglosajones llega a España en los años 30 del pasado siglo la actividad de La hora del cuento. Elena Fortún primero, y Montserrat del Amo después, serán las pioneras en esta actividad que se difundirá a lo largo del S. XX por toda España y conseguirá hacer de las bibliotecas territorio fértil para la palabra dicha. [Ver este epígrafe desarrollado]
  2. La escuela. Este movimiento no es exclusivo de las bibliotecas, son cada vez más los docentes que ven en el cuento un recurso excelente para la escuela. En estos años, asociado al movimiento de renovación pedagógica, el cuento adquiere un valor importante como recurso para aprender deleitando. Vinculada a la escuela hay también estudiosos y formadores que cuentan. Personas del ámbito de la universidad, la formación, recopiladores, escritores y estudiosos del folclore, que también cuentan y dan pautas sobre cómo contar, entre ellas cabría destacar a Ana Pelegrín, Federico Martín Nebras y Antonio Rodríguez Almodóvar. [Ver este epígrafe desarrollado]
  3. Los libros. Aparecen también en este momento colecciones y editoriales especializadas en libros para niños y jóvenes. Surgen algunos sellos excepcionales y también aparecen las editoriales escolares. Todo esto va de la mano del desarrollo de los álbumes ilustrados, libros que cuentan también con las imágenes. Todo esto significa que cada vez es más normal que no se cuenten sólo cuentos tradicionales sino también cuentos de autor e historias que, en un principio, no estaban pensadas para ser contadas. [Ver este epígrafe desarrollado]

 

Un tercer momento: los narradores orales y el oficio de contar.

Provenientes de diversos ámbitos, en la década de los 80 del pasado siglo aparecen los primeros narradores orales profesionales contemporáneos, gente que en un principio simultanea el oficio de contar cuentos con otro oficio pero que, poco a poco, y debido sobre todo a la lenta pero creciente demanda y a la exigencia de un oficio en el que el repertorio debe renovarse rápidamente acaba por dedicarse exclusivamente a contar cuentos. Son los nuevos narradores orales, también llamados neonarradores o narradores urbanos.

Hay en este momento también tres etapas diferenciadas:

  1. Los pioneros. Los primeros narradores orales que contaban al abrigo de algunas bibliotecas, centros de profesores y escuelas: eran pocos, estaban dispersos y no se conocían entre ellos. Comenzaron a contar a principios de los ochenta. [Ver este epígrafe desarrollado]
  2. La segunda generación. En los noventa aparece la segunda generación de narradores orales. Proliferan los talleres para aprender a contar y van apareciendo espacios y circuitos que dan cabida al cuento contado y que, poco a poco, se consolidan. Por otro lado el cuento es cada vez más un recurso demandado en la escuela y en la biblioteca. Aparecen los primeros festivales de narración oral (Agüimes, Elche, el Maratón de los Cuentos de Guadalajara), cafés que programan a narradores, etc. Aparece también el Catálogo de Narradores gestionado por el SLIJ de Guadalajara: primeros criterios para la acreditación de la profesión. Este bum también implica un momento de desajuste en cuanto a los parámetros de profesionalización. [Ver este epígrafe desarrollado]
  3. Expansión y consolidación. Es la primera década del S. XXI el momento en el que el oficio de contar cuentos se consolida, se conoce y reconoce. Es un momento de grandes e importantes hitos: surgen los primeros encuentros de narradores a nivel estatal; webs, blogs y listas de distribución; asociaciones de narradores; revistas especializadas; editorial especializada; asociaciones de profesionales; narradores que escriben y publican y reciben reconocimiento; nace una incipiente federación europea de narración oral, etc. [Ver este epígrafe desarrollado]

 

Conclusiones.

Tras este itinerario hemos elaborado unas conclusiones que nos remiten a la situación actual de la narración oral, al oficio de contar, a las peculiaridades y características que tiene en nuestro país y, sobre todo, a las cuestiones pendientes. [Ver este epígrafe desarrollado]

Diez años después de la publicación de este estudio me pidieron un artículo para la revista El Aedo en el que comparara las conclusiones publicadas en 2011 con la situación actual (en diciembre de 2020). [Ver este epígrafe desarrollado]