[publicado en El Decano de Guadalajara, 17jun05]

 

El telar de Sherezada en México DF

Pep Bruno

 

Este año el maratón es más europeo que nunca ya que han nacido pequeños maratones en países vecinos como Portugal, Francia, Italia y Polonia. Pero el maratón no sólo ha exportado su formato a países del ámbito europeo sino que también ha cruzado el Charco. Así, en la ciudad más grande del mundo, México DF, con algo más de 27 millones de habitantes, también han celebrado su primer Maratón de Cuentos. Aquí les voy a contar las similitudes y diferencias que entre nuestro maratón (madre y modelo de todos los maratones que van apareciendo) y este otro que ha nacido diez mil kilómetros más allá.

Aprovechando que este año se celebraban los 25 años de la Feria Internacional de Literatura Infantil y Juvenil de México DF (FILIJ), para celebrar el aniversario la institución organizadora decidió ampliar las actividades a todo el año (no sólo al mes de octubre como se venía haciendo hasta ahora). En mayo (12 al 14) se organizó un Coloquio Internacional con el título “Narrar y leer para formar lectores” al que asistí invitado y gracias al cual puede ver y participar en el primer Maratón de Cuentos de México DF ya que, justo al terminar este coloquio daba comienzo el maratón.

 

 

El Maratón de Cuentos comenzaba el viernes 13 de mayo a las seis de la tarde y finalizaba 24 horas después. Como en todo primer maratón el miedo de los organizadores a no rellenar tanto tiempo hizo que se permitiera la lectura (recordemos que incluso en Guadalajara sucedió así), aunque sucedió que en este maratón mexicano se potenció mucho la lectura en voz alta. Tal es así que en los carteles anunciadores se hablaba de la actividad como un “maratón de lectura”, maratón al que, por otro lado, se había bautizado como “El telar de Sherezada, 24 horas tejiendo con palabras”, haciendo referencia a la inmortal Serezade de Las 1001 noches, mujer que, paradójicamente, es la representación de la oralidad pura.

 

 

 

También es verdad que aunque en el cartel se decía explícitamente “maratón de lectura” en la publicidad de prensa y radio se hablaba de narrar y leer. De hecho se leyó mucho pero también se contó algo.

Y no vean qué diferencia. No saben qué placer es escuchar a alguien que cuenta después de llevar una hora oyendo palabras leídas (desleídas), envasadas, constreñidas. Cuando subía al escenario alguien sin libro, sin papeles, el público se animaba y salía de su letargo: qué placer escuchar y mirarse a los ojos. Esa es la palabra: placer.

Otra gran diferencia con respecto a nuestro Maratón fue el de los lectores-narradores. No se trataba de gente que hubiera llamado para pedir hora para contar, no. Se trataba de gente de cultura, escritores, poetas, editores, periodistas... que habían sido invitados para que leyeran o contaran o recitaran algún cuento o poema. En realidad, tal como yo lo vi, parecía una especie de gran invitación al público para que leyera. Algo así como si las fuerzas vivas de la cultura de un país dedicaran 24 horas a compartir una gratificante experiencia, la de la lectura. En ese sentido lo vi más parecido a la lectura del Quijote que se celebra en el Círculo de Bellas Artes de Madrid de unos años a esta parte.

Esto, a mi entender, hizo que la actividad no fuera demasiado popular (pensemos que se trata de una ciudad de más de 27 millones de habitantes y en el momento de mayor número de público no habría más de 100 personas). Hay que decir también que en una ciudad tan descomunal como México DF las distancias son enormes, por eso ir hasta el lugar donde se celebraba el Maratón podía ser cosa complicada, sobre todo por la noche donde las calles pueden resultar peligrosas. Nunca hasta ahora había pensado que una ciudad como nuestra Guadalajara tiene el tamaño ideal para celebrar un Maratón de Cuentos.

 

 

 

En los momentos de menor público no se bajó de quince personas, eso me recordó también a nuestros primeros maratones. Y aunque en estos momentos de resistencia todo parecía igual, todo era también distinto. Por ejemplo, en la hora de la amanecida, cuando la noche empezaba a clarear, los cantos de los pájaros eran distintos a los que resuenan en el Patio de los Leones cuando amanece y las palabras de los cuentos ruedan por sus rincones. También el desayuno fue distinto, no hubo chocolate con churros o café de termo, allá tomamos unos exquisitos tamales de pollo con un poco de agua de Jamaica. Y la fruta que refrescó la mañana no era manzana o melocotón, tenía nombres y sabores tan sabrosos como chicozapote, guanábana, mamey, mango manila...

Hubo narradores que conocemos porque han pasado por nuestro maratón, por ejemplo Gerardo Méndez, al que podemos ver en una de las fotografías con una camiseta de nuestro duodécimo maratón, también estuvo Nicolás Buenaventura y Moisés Mendelevic. Y por supuesto, hubo narradores y narradoras a los que no conocemos (Marcela, Pancho, Marilú, Giovanna, Patricia...). La radio también retransmitió unas cuantas horas de Maratón (de doce de la noche a seis de la mañana) siendo el locutor de la emisora quien presentaba a la gente que iba a contar o leer. Fue emocionante cuando oyentes de la radio enviaron mensajes por e-mail que se leían en el escenario agradeciendo la noche de cuentos; alguno de los mensajes llegó desde Inglaterra donde había alguien escuchando los cuentos a través de la web de la emisora.

En suma, otro Maratón de Cuentos, otro más, pero también otro maratón diferente, lleno de sabores nuevos, de acentos nuevos, de voces nuevas y, sobre todo, de nuevas ilusiones. Es también un Maratón de Cuentos que se encuentra buscando su propia identidad, ojalá la propuesta cuaje y dentro de unos años hayan encontrado su camino de palabras.

Y así, tejiendo palabras, caminando por las palabras, haremos puentes que acercarán más a los pueblos, a las personas, a los sueños. Palabras que anudarán corazones.

 

 
 

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