[publicado en Educación y Biblioteca, nº144, nov/dic04]

 

Pepe Maestro y Pep Bruno

 

Presentación al Dossier publicado en Educación y Biblioteca, con motivo del I Encuentro Estatal de Cuentistas, Cuentacuentos y demás profesionales de la Narración Oral (Junta de los Ríos, Cádiz, 8-10 oct04). En este dossier están contenidos gran parte de los materiales allí debatidos (dos de las tres mesas de trabajo y doce de las catorce microponencias) y podéis leerlo completo aquí.

 

El oficio de cuentista (o cuentacuentos, o narrador oral, o cuentero... que esto de la terminología todavía no está claro) es un oficio solitario. No es habitual que personas que vivimos de contar cuentos, vivir del cuento en su más pura acepción, nos reunamos para hablar y compartir preocupaciones, avatares, anécdotas... de nuestro trabajo en el día a día. Y esto es así porque nos encontramos dispersos, muy dispersos, por toda la geografía. Salvo en contadas excepciones, no suele haber más de cinco cuentistas profesionales en una misma provincia. Al decir profesionales nos referimos a aquellos cuya única fuente de ingreso es la narración oral y, por ende, todo su tiempo está dedicado a buscar nuevos cuentos, organizar repertorios, preparar las sesiones, contar... Si incluyéramos entre los profesionales a toda la gente que cuenta esporádicamente (no con cierta regularidad pero sí con mucha preocupación por lo que hace), o que compagina su trabajo en una oficina con su pasión por contar cuentos (ídem la preocupación y respeto por lo que eso significa), y en ambos casos cobrando por ello, entonces el número de narradores profesionales por provincia aumentaría, pero no mucho, seguiría siendo un listado breve y disperso.

Así las cosas, este limitado número de colegas hace que sea difícil encontrarnos. Que sea difícil pasar un rato tranquilo hablando de nuestras cosas. Sí es verdad que esto sucede de vez en cuando: en algún festival en el que coincides con alguien, en algún curso, en algún maratón de cuentos... pero en esas ocasiones sucede que también estás trabajando y no suele quedar mucho tiempo para la charla con los colegas.

El nuestro es un oficio solitario, ya lo dijimos, aunque siempre hay honrosas excepciones, nos referimos a los narradores catalanes y a su asociación, ANIN, que lleva ya unos cuantos años creando espacios para el debate y la reflexión.

Otra excepción a la incomunicación ha sido un lugar muy especial para nuestra profesión, un lugar donde hemos empezado a ser conscientes de que lo nuestro era un oficio, de que no estábamos solos, de que mucha más gente compartía con nosotros cuestiones similares. Ese lugar es Guadalajara, y la fecha, siempre la misma: el tercer final de semana de junio, momento en el que se celebra el Maratón de los Cuentos. Este evento es el que reúne a más cuentistas por metro cuadrado en España y posiblemente en el mundo. Y además, dura tantas horas que siempre encontramos un hueco para tomar un café, para hablar con calma, para soñar juntos. El Maratón, año tras año, ha ido haciendo oficio, nos ha ayudado a ser conscientes de quiénes éramos.

El problema vino después. Empezamos a saber quiénes éramos, pero no encontrábamos espacios para contarlo/contárnoslo. Y ahí surgió la inestimable ayuda de internet, que se ha convertido en un aliado estupendo para los cuentistas dispersos por el mundo.

Primero fue el correo electrónico,  poco a poco las direcciones y los mensajes electrónicos fueron pasando de unos a otros. Era un sustitutivo muy alejado de lo que nos gusta, hablar y escuchar, pero ya era algo.

Después llegó el canal de chat, un espacio donde compartir cada semana lo que nos preocupaba, o simplemente para hablar de nuestras cosas. Algo más parecido a una conversación. El chat de los lunes empezó a ser cita habitual para un buen número de nosotros.

Más tarde surgió la idea de jugar juntos y escribir cuentos, y así nació la lista de correo de narrantes donde, a partir de una foto, todos los suscritos escribíamos un cuento.

El siguiente paso, imprescindible, fue la creación de la web de los cuentistas (www.cuentistas.info) que, poco a poco, se convirtió en un referente para todos nosotros, un lugar al que enviar información y en el que encontrar información. Nos estábamos moviendo, cada vez más.

En marzo de 2004 llegó el primer encuentro de narradores, organizado por y para cuentacuentos madrileños: “Madrid cuenta, primeras jornadas para la reflexión sobre el arte de contar.” No específicamente dedicadas, estas jornadas, a cuestiones del oficio, sino más bien a la perspectiva artística del hecho de contar cuentos.

Y entonces prendió la idea. Una idea que llevaba mucho tiempo rondando. Una idea que tomó forma en la reunión del chat de los lunes: hagamos un encuentro estatal de narradores y hablemos de nuestro oficio. Y en abril (ese mes terrible) empezamos a preparar el encuentro, el I Encuentro Estatal de Cuentistas, Cuentacuentos y demás profesionales de la Narración Oral (vivir para contarlo, contarlo para vivir).

Pepe Maestro se encargó de las cuestiones de logística: dónde podíamos reunirnos, cómo apuntarnos, qué comer... y todo esto con dos premisas básicas: buscar la periferia (pensando en lugares no habituales para los encuentros, en lugares no geográficamente céntricos) y conseguir el precio más barato posible. Y Pep Bruno se encargó de las cuestiones de contenidos: qué temas nos interesaban, cómo abarcar la mayor parte de ellos, quién podría desarrollarlos... Félix y Pablo, del Grupo Albo, tendieron sus cuatro manos para ayudar con el enorme lío que se nos venía encima. Fueron un par de meses de mucho mucho trabajo. Mereció la pena. El sueño, poco a poco, iba tomando forma.

Enseguida se habló de la Granja Escuela Buenavista, en Junta de los Ríos, Cádiz, donde nos dieron todas las facilidades y un precio simbólico por pasar allí unos cuantos días con cama y comida incluidas (¡todo por 31 euros!). Se iba corriendo la voz y de las 40 plazas iniciales tuvimos que pasar a 60 y, finalmente, a 90. Se tuvo que priorizar a los participantes: primero profesionales, luego bibliotecarias y maestros, y finalmente curiosos y amigos del cuento. No pudimos pasar del primer escalón, los 90 fueron, fuimos, gente del oficio.

La cuestión de los contenidos encontró sus propios problemas, básicamente dos: quién prepararía los temas a desarrollar sin cobrar nada a cambio, por amor al arte (y al oficio); y cómo trabajar mucho (y tocar muchos temas) sin copar todo el tiempo, dejando huecos también para la convivencia y el silencio.

El primero no fue tal problema, todas las llamadas que hicimos a colegas y amigos acabaron siendo ponencia. Y el segundo se resolvió buscando una fórmula nueva que pretendió ser práctica (y lo fue) y efectiva (y también lo fue): las microponencias.

En vez de hacer tres o seis ponencias, pedimos a todos los colaboradores que escribieran microponencias de 3-7 minutos de duración, tiempo suficiente para exponer el meollo de la cuestión. Piense el que esto lee que el colectivo de cuentacuentos tiene la facilidad de perderse en palabras, de inundarse de palabras. Queríamos evitar esto a toda costa y la solución fueron las microponencias: 3-7 minutos de exposición y 10 minutos para el debate en la asamblea. Hubo que inventar la figura de un moderador aceptado por la asamblea, que fuera estricto con los tiempos, implacable con las exposiciones largas y que cortara el debate cuando no hubiera nuevas ideas.

Y la cosa, sorprendentemente, funcionó. Y de qué manera. En algo más de cinco horas se expusieron catorce microponencias. Se saltaba de un tema a otro, se relacionaban cuestiones, ideas que habían salido en una micro eran desarrolladas por el grupo y luego retomadas en otra micro... al final todo parecía una única conferencia a la que ochenta voces iban dando forma. Y funcionó. Y fue increíble.

También hubo un espacio para las mesas de trabajo con las que pretendimos, de manera más sosegada, profundizar en tres temas esenciales para nosotros: la voz del narrador, la formación del narrador y las cuestiones legales. En ellas hubo momentos para la reflexión del ponente y para el debate posterior del grupo.

Y, sobre todo, hubo un espacio para la convivencia, momentos brillantes, divertidos y emotivos que estos papeles no podrán transmitir porque en ellos no caben laberintos, ni hogueras, ni noches estrelladas, ni cantos con cencerro, ni paseos entre cipreses.

Encontramos en un horario tan apretado huecos para avisos, noticias, eventos... incluso tiempo para el trabajo de la asamblea, concretamente para la elaboración de dos pre-documentos: un manifiesto para las condiciones mínimas en las que desarrollar nuestro trabajo, y un documento para reflexionar sobre las cuestiones éticas del oficio y el tema del repertorio. Estos materiales se comenzaron a redactar en Cádiz (desde la lluvia de ideas de la asamblea) y en la actualidad hay dos grupos de trabajo centrados en su redacción.

Y eso fue lo mejor, que Cádiz no ha sido el final de nada, Cádiz ha sido el principio de muchas cosas: hay grupos de trabajo, hay foros de debate, hay nuevas webs (www.cuentistas.info y www.narrantes.com), hay materiales para la reflexión, hay listas de correos... hay movimiento, mucho, cada vez más. Movimiento que nos empuja desde Cádiz al próximo encuentro, que será en septiembre de 2005 y en Santiago. Allí nos volveremos a encontrar y seguiremos haciendo los sueños palabras. Y las palabras, instantes. Y los instantes, sueños.

 

En el presente dossier aparecen redactadas dos de las tres mesas de trabajo y doce de las catorce microponencias. Al pie de cada uno de los documentos está el nombre del autor y su web o correo electrónico. Queremos citar los nombres de los autores cuyos materiales no están aquí incluidos porque han sido considerados demasiado específicos de nuestro oficio: Carles (Cette adresse e-mail est protégée contre les robots spammeurs. Vous devez activer le JavaScript pour la visualiser.) con su mesa de trabajo “Cuestiones legales” y su micro “Cómo se vende un cuentista”; y Ángel María (www.grupobuho.com) con su micro “Si no estás en internet no cuentas”. Estos materiales y los que aparecen abreviados en este dossier están a vuestra disposición (en algunos casos en sus versiones extendidas) en la web de www.cuentistas.info.

Antes de terminar es obligado dar las gracias a todos los que han dedicado tiempo y esfuerzo para hacer que este Encuentro fuera realidad. Gracias a todos los colegas y amigos que elaboraron microponencias y desarrollaron las mesas de trabajo. Gracias al equipo de la granja escuela (Macarena, Ana y su cencerro, las cocineras y sus garbanzos que todavía hoy son recordados con nostalgia) y a los dueños de la misma (por su completa disposición). Gracias a Educación y Biblioteca por mostrar interés por estos materiales y dar continuas facilidades para su publicación. Y, por último, gracias a todos los que soñaron con nosotros este encuentro y participaron en él, haciéndolo finalmente posible. Gracias.

 

Pepe Maestro (Cette adresse e-mail est protégée contre les robots spammeurs. Vous devez activer le JavaScript pour la visualiser.)

Pep Bruno (www.pepbruno.com)

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