El 18 de noviembre de 2024, con motivo de mi visita a Casa Mediterráneo, se publicó esta entrevista telefónica que me hicieron para la web de la institución. Puedes leerla también aquí

 

El maestro de la narración oral Pep Bruno Galán visitará Casa Mediterráneo el próximo martes 19 de noviembre para participar en el encuentro titulado “Rutas narrativas del Mediterráneo: Un recorrido por los caminos de las historias”. A partir de las 19 horas Bruno Galán conversará con la también narradora Raquel López Cascales y los asistentes al evento, que es abierto al público hasta completar aforo y con emisión online.

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Narrador, escritor, editor, folklorista y divulgador cultural, Pep Bruno (Guadalajara) es licenciado en Filología hispánica y en Teoría de la literatura y literatura comparada, así como diplomado en Trabajo social. Desde 1994 ha basado su carrera profesional en la creación literaria y en la narración de cuentos.

En esta entrevista incide en la importancia de los cuentos como vehículos en los que, a lo largo de los siglos, han viajado las historias por el Mediterráneo, empapándose y retroalimentándose de las culturas donde han recalado, y la huella que han dejado en las vidas particulares y colectivas.

 

¿En qué va a consistir el encuentro que le trae a Casa Mediterráneo?

El encuentro va a ser un diálogo con la narradora Raquel López Cascales. Conversaremos entre nosotros y también con el público. Nos centraremos en las historias y en sus viajes, concretamente, a través del Mediterráneo. Las historias han viajado desde los orígenes del ser humano y me gustaría hablar de su importancia, tanto para los individuos como para las comunidades y los ámbitos culturales.

En ese crisol que es el Mediterráneo, que es como una especie de continente líquido, con fronteras o caminos que se cruzan, nos encontramos con distintas culturas, países y maneras de ver la vida y todas ellas confluyen, se encuentran en las historias que comparten. Puedes hallar historias de Palestina, de Italia, de los Balcanes o de Alicante que parecen muy distintas, pero que en su estructura interna son exactamente iguales. Por lo tanto, tenemos muchas historias compartidas, comunes, aunque con matices y diferencias que se pueden observar, analizar y estudiar.

Entonces, en los distintos países del Mediterráneo hay historias parecidas debido al intercambio cultural y enriquecimiento mutuo, que han dejado un poso común.  ¿Las historias, aunque compartan elementos comunes, tienen diversas versiones según el país por donde hayan pasado?

Sí. Si me centro en las narraciones de la tradición oral, que es lo que más conozco, los cuentos tradicionales son los primeros universales que hay. Por poner un ejemplo que me viene a la memoria, “Las tres naranjitas del amor” es un cuento que en España tiene unas 40 versiones recogidas, con sus matices y sus diferencias. Y una de las mejores versiones que he encontrado es turca. Se trata de cuentos que han viajado con las personas y estas pueden haber vivido de manera muy distinta, tener ideas muy distintas o profesar religiones muy distintas, pero en realidad todas poseen las mismas inquietudes, necesidades y preocupaciones. Por eso las historias son siempre las mismas.

Por poner otro ejemplo, te puedes encontrar una "Cenicienta" en el corazón de Francia, en la China del año 1000, en el Egipto de hace 3.000 años, en el corazón de África…. La estructura del cuento es básicamente la misma, pero hay matices. En unos casos el zapato es de cristal, en otros una sandalia; el príncipe se casa con la princesa, en otros no; uno de los personajes es la madre, en otros la madrastra… O sea, hay diferencias que muchas veces tienen que ver con el contexto cultural, con los ropajes con los que se viste la historia; pero esta tiene el mismo esqueleto en todos los cuentos. Resulta muy interesante comprobar que, dentro de toda la riqueza y la variedad cultural existente, hay un poso común que se ve claramente en las historias.

Cuando hablamos de cuentos, normalmente estos se suelen asociar al público infantil, pero también hay relatos que van dirigidos a los adultos. ¿Sigue predominando esta idea cuando se habla de los cuentos o esta percepción ha cambiado?

Esa es una idea que aparece del siglo XIX. Tolkien lo explica muy bien en su ensayo Rama y hoja, donde dice que en el momento en el que la Ilustración se da cuenta de que los cuentos no explican exactamente la realidad porque en ella no hay hadas, ni ogros, ni brujas, los descarta como instrumento científico. Y entonces se procede con ellos como con los muebles viejos, que muchas veces acaban en la habitación de los niños, porque si se rompen no pasa nada.

De modo que fue un hecho azaroso el que provocó que el cuento acabara vinculado exclusivamente al público infantil. Luego aparecieron los hermanos Grimm y la idea de que los cuentos además de entretener a los niños y les servían para aprender a leer. Ese poso que surge en el XIX ha ido calando y sigue vigente hoy en día, con mucha gente que mantiene ese prejuicio. No obstante, en lugares como Alicante hay muchas actividades de narración oral para público adulto. Con que asistas una única vez te das cuenta de que hay muchos tipos de cuentos dirigidos a este tipo de público: picantes, jocosos, de miedo… que no se pueden contar a los niños.

De hecho, al día siguiente de su paso por Casa Mediterráneo va a ofrecer un espectáculo titulado ‘El pastor de conejos’ en el Teatro Principal de Alicante, que va dirigido al público adulto y tiene algunos de esos ingredientes no aptos para niños.

‘El pastor de conejos’ es una función muy especial en ese sentido, porque está articulada en torno a cuentos obscenos, que son muy difíciles de recoger y de contar por cuestiones de pudor. Las colecciones de cuentos procaces son una crítica burda y, a la vez, fina de muchas situaciones con las que nos podemos identificar en nuestra cotidianeidad. Constituyen una forma de poner el mundo patas arriba, literalmente, desde el humor y la exageración. No es nada fácil dar con estos cuentos, hay muy pocas colecciones de esta temática.

¿Qué finalidad tienen los cuentos tradicionales?  

Los cuentos tienen muchas funciones. La más evidente es que con el cuento se educa deleitando. Otra de las funciones del cuento es que en sí mismo traslada una idea del mundo, una concepción de valores, de contenidos… incluso formas de cocinar los alimentos. En mi opinión, el principal problema actual es que se pone el énfasis en el “para”; es decir, para qué sirve el cuento se sitúa por delante de su calidad.

Por ejemplo, si se quiere trabajar un tema como el ciclo del agua, es frecuente la elección de un cuento sin tener en cuenta si tiene calidad literaria. En estos casos, lo que sucede es que los niños se topan con malos cuentos que, en realidad, son lecciones vestidas de relato, con una nula tensión narrativa. Y llega un momento en que los chavales pasan a Secundaria y todo lo que han leído son libros “para algo”, pero ninguno que “sirva para nada”, que te interpele directamente, que te cuestione.

Suelo insistir en esta característica en los cursos que imparto a profesores. Si terminas un cuento y lo que te da son respuestas, es posible a mí no me interese. Si terminas un cuento y lo que te da son preguntas, entonces, en mi opinión, puede ser un buen cuento porque te está cuestionando, interpelando, te hace ponerte en marcha, reflexionar, buscar, tratar de entender el porqué de las cosas, preguntarte qué ha significado para ti… Lo literario nunca tiene un único significado, sino múltiples interpretaciones. Ésa es la esencia de lo literario. Pero cuando leemos un cuento, digamos políticamente correcto, lo aplanamos hasta tal punto que sólo tiene una posible interpretación.

En estos tiempos en los que se trata de imponer el pensamiento único a través de ciertas redes sociales y medios de comunicación, ¿disciplinas como la filosofía y la literatura pueden contrarrestar esta tendencia, sobre todo para que la gente joven, aunque también la adulta, piense por sí misma y no se deje embaucar?

Sí, pero no sólo es una cuestión de pensar. Una cosa son los hechos y otra, el relato de los hechos. Los hechos se pueden contrastar uno a uno, en horas, en minutos… Los datos son los datos. Pero si coges esos datos, les das la vuelta y los encajas en un relato de otra manera, aunque sea absolutamente mentira, si este está bien articulado, el relato mata al dato. Por lo tanto, no sólo se trata de pensar y de ser críticos, sino también de entender los rudimentos del relato. No sólo a nivel social, sino también individual. La identidad es el cuento que nos contamos a nosotros mismos.

Podemos tener una percepción errónea de la realidad y de nosotros mismos y cuando lo contamos, el relato nunca es totalmente fiel a lo sucedido.

Eso es. De hecho, cualquier cosa que contamos, ya es un cuento. Es decir, algo que te ha pasado esta mañana, al contarlo ya no es exactamente igual; hay cosas que van cambiando. Y cuantas más veces lo cuentes, más cambiará. Forma parte nuestra esencia, de nuestro ADN, de lo que somos y de hasta dónde hemos llegado. El ser humano se diferencia de los animales en que somos, no sé si homo sapiens, pero sí homo narrans.

Te das cuenta de que las historias son mucho más que un recurso para entretenerse. Las historias, los cuentos, los mitos, las leyendas, los sucesos, los chascarrillos… todo forma parte de la identidad del individuo. La identidad cultural forma parte del contexto de la vida que nos rodea y de cómo contamos esa vida. Por lo tanto, es fundamental entender cómo funciona el relato y, sobre todo, seguir alimentándonos de ellos, porque eso es lo que muscula nuestra capacidad de crear, de imaginar, de entender, de escuchar, de discernir… Los cuentos van mucho más allá de pasar un ratito bueno.

Además, las historias de los cuentos pueden servir para aprender de las vivencias de los personajes y aplicar esas enseñanzas a la propia vida.

Sí, pero ni siquiera hablo del cuento como un ejemplo para nuestras vidas, sino como algo esencial. Doy un paso más: en realidad somos cuentos andantes, cuentos con patas. Cuando se trata de hablar de la propia identidad, hay gente que no sabe elaborar un discurso básico para expresar una idea, un sentimiento o un recuerdo. Y no saber contar es no saber contarse. Hasta Byung-Chul Han, el filósofo surcoreano (que actualmente está muy de moda) tiene un ensayo sobre la crisis de la narración, en el que aborda estas cuestiones porque son fundamentales.