En agosto de 2018, estando en Colombia trabajando, Liliana Pantoja me hizo esta entrevista para la revista del Instituto Gandhi de México. Aquí puedes ver la revista en su blog.

 

Pep Bruno Galán es un escritor y narrador español, su pasión por la lectura y su interés por la formación de mediadores, le han llevado a impartir decenas de cursos, conferencias, talleres, charlas y clases magistrales por toda España, parte de Europa, África y América.

Narrador oral profesional desde 1994 y autor de 23 títulos publicados hasta la fecha, lo que le ha valido para merecer importantes premios internacionales.

 

Algunas opiniones sobre Pep…

“Es un placer coincidir en ocasiones, en los mismos espacios que él y escuchar sus narraciones” (Sandra  Sánchez  CEPLI-Cuenca)

“He leído varios de sus libros… La cabra boba, Cuentos para contar mientras se come un huevo frito, Un monstruo… Me encantan los dos primeros y son muy divertidos para ser contados, sigo su página y me gusta la sección Las hojas volanderas, suelo coincidir con sus gustos literarios”  (Eugenia Puertas  – Biblioteca Provincial de Sevilla)

“Es un gran narrador, te deja enganchada totalmente, puedo estar escuchándolo horas y horas” (Gela Inocencio – Ribera del Júcar. Albacete)

 

Charla con PepBruno…

¿Qué disfrutas más de tu trabajo como narrador oral?

Este oficio me permite disfrutar de muchas cosas: de buenas historias, de viajes que me dan a conocer lugares fantásticos y personas estupendas, de grandes amigos entre mis compañeros de oficio… pero, sobre todo, de lo que más disfruto es de la posibilidad de compartir y edificar las historias con un público que quiere escuchar y disfruta con ello, eso en verdad es un gran privilegio,como lo es volver a casa aplaudido.

 

¿Te contaron historias en tu infancia? ¿Quién?

En mi casa no se contaban cuentos, pero sí se hablaba mucho, y en mi familia hay grandes conversadores, muchos de ellos narradores ingenuos, personas que manejan a la perfección los rudimentos de la narración oral sin ser conscientes de ello, grandes contadores de historias propias y familiares. Entre ellos, por ejemplo, mi padre.

 

Tu pasión por la lectura,  también te ha llevado a escribir más de 25 libros, ¿puedes mencionar qué encuentras en el trabajo de escritor que no tengas cómo narrador?

La diferencia más evidente es que el narrador construye el discurso narrativo en compañía del público, levanta la historia con quienes le están escuchando, mirando, y atiende a ellos (y eso afecta a la historia). En cambio el escritor pasa muchas horas en soledad rumiando la historia, escribiendo, tachando, repasando, volviendo a escribir… y una vez terminado el textoqueda fijado, cerrado. Sin embargo en la narración el cuento vuelve a “escribirse en el aire” de nuevo cada vez que se cuenta.Me gustan ambas cosas, por eso hago ambas. Contar es una fiesta, escribir es un viaje.

 

Has impartido cientos de cursos y talleres a bibliotecarios y docentes, desde tu percepción, ¿se les forma académicamente  para ser narradores orales? ¿debería ser así?

No creo que haya necesidad de que los profesores y bibliotecarios sean narradores orales, pero sí pienso que es fundamental que conozcan y manejen a la perfección los rudimentos de la expresión oral y de la narración oral para que sean capaces de contar bien cuentos. Hablar, contar de manera organizada, escuchar… todo esto es fundamental para alguien que se va a dedicar a la docencia.

En cuanto a la formación que reciben en la universidad, pues creo (y es sólo mi opinión) que en España es algo que está muy descuidado (si no totalmente olvidado). Y eso supone una grandísima carencia.

 

 El contexto social, ¿influye para que un niño disfrute la lectura?

Parece ser que sí, que hay estudios que avalan esa premisa; pero también parece ser que no resulta determinante: es decir, puede ser que en un contexto difícil y alejado de los libros y la lectura haya chavales que puedan llegar a disfrutar de los libros (en eso pueden jugar un papel decisivo la escuela y la biblioteca); igual que puede ser que en un contexto favorable y lleno de ventajas: conciencia de la importancia de la lectura, libros al alcance de la mano, modelos lectores, facilidades para leer… no haya chavales lectores.

Lo que sí está claro es que, más allá del contexto social en el que uno viva, el ser humano disfruta siempre de una buena historia bien contada.

 

En tu práctica y experiencia  como narrador, la capacidad de escuchar y prestar atención a las historias, ¿es difícil con las características generacionales actuales? Dónde prima el valor de la imagen.

Esta pregunta requeriría mucho más tiempo para contestarla, pero intento sintetizar. Por un lado es cierto que hay poco músculo de escucha, que cada vez se ejercita menos, pero esto es una generalización, porque sigue habiendo mucha gente atenta y que disfruta de una escucha activa muy afinada.

Esta falta de práctica en la escucha tiene que ver con el tipo de vida que vivimos: con prisa, con ruido, sin ahondar mucho en las cosas… y con el tiempo que dedicamos a las pantallas (que es mucho y, además, un tiempo muy solitario).

Por otro lado, más allá de lo que uno pueda pensar sobre qué es esto de contar cuentos, la narración oral es un arte de imagen: lo que yo cuento el público lo ve en su pequeño cine interior. La diferencia es que el público crea sus imágenes, no las recibe ya hechas desde una pantalla (y esa diferencia no es baladí).

 

¿Qué aconsejas a bibliotecarios y maestros para generar  el gusto por la lectura?

Hay varias claves, en mi opinión, por ejemplo: es fundamental trabajar con buenas historias, con buenos libros; igual que es importante buscar el disfrute sin más de lo contado/escuchado/leído, hacer un uso instrumental de las historias es lícito, pero en muchas ocasiones acaba matando el placer.

 

Has viajado por muchos países llevando tu maleta cargada de historias, de sueños, con ese repertorio ¿Cómo seleccionas tus cuentos?

Gran parte de mi trabajo consiste en eso, en la búsqueda de buenas historias para contar. Normalmente busco historias en tres sitios: en la tradición (ya sea en recopilaciones de cuentos tradicionales, ya sea hablando con informantes), en los cuentos de autor (buscando en libros), y también en las propias historias que escribo y creo para ser leídas y/o contadas.

Y es a eso a lo que dedico muchísimo tiempo, en realidad uno no cobra por esa hora que pasa contando cuentos, sino que cobra por los meses y años que tarda en dar con las historias buenas para contar.

 

¿Debemos mantener vigente la enseñanza de los  cuentos clásicos?, ¿por qué?

Por supuesto. Los cuentos clásicos se mueven en el ámbito simbólico y nos llevan a lugares donde la razón no alcanza. Pero este es sólo un motivo, hay muchos más motivos para seguir trabajando los cuentos de la tradición oral: por ejemplo son estructuras perfectas de oralidad y por tanto resultan ser un aprendizaje natural para aprender a organizar el discurso oral y para ejercitar una escucha activa; y no sólo eso: estas estructuras son similares a los esquemas del pensamiento, por lo tanto cuanto más cuento contado, más gimnasia para el pensamiento. Insisto, y como estas, muchas otras razones.

 

Nos ayudas a completar las frases, por favor…

Cuando viajo… me siento habitante del mundo.

Mi última lectura… La princesa de las remolachas y otros cuentos populares inéditos de Franz Xaver von Schönwerth, en Alba.

Detesto en la vida… la injusticia.

La sombra de un árbol… es un alto en el camino.

Cuando me veo en el espejo… no me saludo.

Las palabras son… casi todo.

 

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