Artículo escrito para la edición en papel de CulturaEnGuada que se publicó con motivo del XXIV Maratón de los Cuentos de Guadalajara.
El Maratón de los Cuentos de Guadalajara es un monstruo que despierta unos días al año para darse un gran atracón de cuentos contados y luego pasar el resto del año digiriendo la tremenda comilona.
No es la primera vez que hablo del Maratón como un monstruo devorador de cuentos, ya lo hice tiempo atrás en un blog de ElDecano.es en el que escribí durante unos cuantos años y también he vuelto a recuperar esta idea para un artículo sobre el Maratón que se publicará en el próximo número de la Revista N de ANIN.
Pero siempre lo he citado de pasada y hoy, aprovechando la oportunidad que me brinda CulturaEnGuada, voy a intentar desarrollarlo un tanto.
Los monstruos (ya habiten en los cuentos ya habiten fuera de ellos) son algo que a un mismo tiempo nos atrae y nos repele. El Maratón de los Cuentos de Guadalajara, como buen monstruo, también ejerce sobre nosotros esa doble tensión, especialmente la de atracción, y eso ha sido así desde sus inicios. Fue gracias a su poderoso atractivo que gentes diversas acabaron reuniéndose en el Palacio del Infantado para contar y escuchar cuentos (aunque en muchos casos no lo habían hecho antes); también esta fuerza atractora ayudó a que la buena nueva de la revitalización del cuento contado llegara a lugares bien lejanos por los medios y la prensa que venían por aquí a ver qué se cocía, o más bien, qué se contaba; y fue también gracias a esta tensión de atracción que narradores y narradoras dispersos por todas las provincias y regiones acabaron por encontrarse aquí, conocerse y reconocerse como colectivo, como oficio.
Pero también, como todo monstruo que se precie, el Maratón provoca rechazo. Un rechazo positivo en algunos casos, por ejemplo: parece que repele las dificultades entre administraciones y consigue que todas arrimen el hombro para ponerlo en pie. Pero también un rechazo negativo: cuando tras varias horas de escuchar cuentos y con el cuerpo molido a base de historias los escuchadores, rendidos, anhelando sus lechos, salen del Maratón para volver a sus casas derrotados (queriendo escuchar una historia más pero, al mismo tiempo, no queriendo).
Esta última reflexión nos lleva de la mano a la segunda característica de todo monstruo: éste ha de ser algo descomunal o extraño a los parámetros humanos, algo fantástico que causa espanto o asombro o admiración. Y sí, el Maratón de los Cuentos es exactamente así, algo que contraviene el orden natural de las cosas: porque no hay nada más humano que un grupo de personas contando y escuchando cuentos, pero al mismo tiempo no hay nada más inhumano que hacerlo durante cuarenta y seis horas ininterrumpidas. Y eso, que es algo completamente extraño y descomunal, no les quepa la menor duda, causa asombro, admiración ¡y espanto! Y si no me creen traten de explicar a alguien que no haya estado en él qué es el Maratón de los Cuentos, y cuéntenle de sus dos días y dos noches sin descanso, de sus múltiples actividades paralelas, de su asombrosa asistencia y participación. Y sobre todo díganles que este Maratón existe porque hay cientos de cuentistas anónimos que suman sus cuentos, sus palabras, su tiempo, para ponerlo en marcha. Muchos no les creerán, otros quedarán asombrados y, algunos, espantados.
Para ir terminando les hablaré de la tercera característica del monstruo. Lo monstruoso es, en esencia, lo diferente. Y en verdad el Maratón de los Cuentos de Guadalajara es un monstruo totalmente diferente a otros que habitan tierras afines a los cuentos contados. Y lo que le hace diferente es esto mismo de lo que hablábamos un poco más arriba: la apropiación que la ciudadanía ha hecho de esta fiesta de la palabra, que siente como suya, para darle aliento, o más bien alimento, para que siga en pie. Alimento, sí, porque como ya dije al principio de este breve artículo el Maratón de los Cuentos es un monstruo que se zampa en unos pocos días una despensa entera de cuentos contados que va digiriendo a lo largo del año. Bien es verdad que son muchos los profesionales que vienen por trabajo (o por mera atracción monstruosa) para contar y escuchar cuentos, pero lo particular de este nuestro monstruo es que se sostiene gracias a decenas de voluntarios y a cientos de cuentistas anónimos. Eso, señoras y señores, no sucede en muchos otros lugares, ni siquiera en los hijos que este Maratón ha engendrado en otras tierras.
Dicho todo esto acérquense, vengan a ver al monstruo; y recuerden que para disfrutarlo sin temor nada mejor que venir con algún cuento preparado para contar, de esta manera el monstruo se mostrará solícito y amable, al menos mientras se va zampando las palabras que le vayamos contando.