Pero también, como todo monstruo que se precie, el Maratón provoca rechazo. Un rechazo positivo en algunos casos, por ejemplo: parece que repele las dificultades entre administraciones y consigue que todas arrimen el hombro para ponerlo en pie. Pero también un rechazo negativo: cuando tras varias horas de escuchar cuentos y con el cuerpo molido a base de historias los escuchadores, rendidos, anhelando sus lechos, salen del Maratón para volver a sus casas derrotados (queriendo escuchar una historia más pero, al mismo tiempo, no queriendo).
Esta última reflexión nos lleva de la mano a la segunda característica de todo monstruo: éste ha de ser algo descomunal o extraño a los parámetros humanos, algo fantástico que causa espanto o asombro o admiración. Y sí, el Maratón de los Cuentos es exactamente así, algo que contraviene el orden natural de las cosas: porque no hay nada más humano que un grupo de personas contando y escuchando cuentos, pero al mismo tiempo no hay nada más inhumano que hacerlo durante cuarenta y seis horas ininterrumpidas. Y eso, que es algo completamente extraño y descomunal, no les quepa la menor duda, causa asombro, admiración ¡y espanto! Y si no me creen traten de explicar a alguien que no haya estado en él qué es el Maratón de los Cuentos, y cuéntenle de sus dos días y dos noches sin descanso, de sus múltiples actividades paralelas, de su asombrosa asistencia y participación. Y sobre todo díganles que este Maratón existe porque hay cientos de cuentistas anónimos que suman sus cuentos, sus palabras, su tiempo, para ponerlo en marcha. Muchos no les creerán, otros quedarán asombrados y, algunos, espantados.
Para ir terminando les hablaré de la tercera característica del monstruo. Lo monstruoso es, en esencia, lo diferente. Y en verdad el Maratón de los Cuentos de Guadalajara es un monstruo totalmente diferente a otros que habitan tierras afines a los cuentos contados. Y lo que le hace diferente es esto mismo de lo que hablábamos un poco más arriba: la apropiación que la ciudadanía ha hecho de esta fiesta de la palabra, que siente como suya, para darle aliento, o más bien alimento, para que siga en pie. Alimento, sí, porque como ya dije al principio de este breve artículo el Maratón de los Cuentos es un monstruo que se zampa en unos pocos días una despensa entera de cuentos contados que va digiriendo a lo largo del año. Bien es verdad que son muchos los profesionales que vienen por trabajo (o por mera atracción monstruosa) para contar y escuchar cuentos, pero lo particular de este nuestro monstruo es que se sostiene gracias a decenas de voluntarios y a cientos de cuentistas anónimos. Eso, señoras y señores, no sucede en muchos otros lugares, ni siquiera en los hijos que este Maratón ha engendrado en otras tierras.
Dicho todo esto acérquense, vengan a ver al monstruo; y recuerden que para disfrutarlo sin temor nada mejor que venir con algún cuento preparado para contar, de esta manera el monstruo se mostrará solícito y amable, al menos mientras se va zampando las palabras que le vayamos contando.